Ella eres tú

—¿Realmente soy yo?

Otoño seguía de pie frente al espejo como una estatua viviente, su respiración aún superficial, sus dedos temblando a los costados.

Mara sostuvo un par de pendientes en forma de garra.

—¿Estos o los rubíes colgantes?

Serra inclinó la cabeza, ya colocando una fina cadena de oro alrededor del tobillo de Otoño.

—Las garras —soltó sin esperar la respuesta de Otoño—. Deja que lleve sus señales de advertencia con orgullo.

El brillo de sus pómulos captó la luz de las velas mientras miraba la intrincada máscara de filigrana en la palma de Niva.

Pensó que era hermosa desde el principio, pero ahora, mientras Niva la sostenía junto a su nuevo y sexy avatar... junto a ese rojo sexy... honestamente se veía cien veces más sensual.

Otoño la miró con atención... esos delicados patrones de espinas y lunas crecientes grabados en plata con un toque de oro metálico. Una pluma de encaje negro se curvaba desde un lado como un susurro de rebeldía contra los tonos sutiles.