Fuego y humo

Todo se convirtió en humo.

Las risas, los cánticos, la música, el choque de copas y los aullidos de lobos borrachos... todo se desvaneció en estática.

Todo menos ella.

Ella ardía como fuego.

No solo su vestido... bueno, el rojo se le pegaba como el pecado y la tentación... sino su presencia. Le golpeó como un puñetazo en el estómago. Como un recuerdo para el que no estaba preparado.

Una herida que nunca cerró. Una verdad de la que nunca dejó de sangrar.

Sus sentidos se concentraron... vista, sonido, olor... solo ella.

No podía respirar. El mundo se disolvió.

Todo se difuminó en un rugido sordo, amortiguado como si estuviera bajo el agua. Lo único que ardía nítido y claro en la visión de Kieran era ella.

Fuego encarnado.

Estaba de pie al borde y su vestido brillaba como una herida contra la noche, el colgante de lobo esmeralda pulsaba más caliente que antes.