Draven.
El bosque estaba más oscuro de lo habitual esta noche.
No por la ausencia de la luna —estaba llena y pesada, observando desde arriba— sino por el aire. Denso. Sofocante. Cargado.
En el momento en que entré al claro del bosque en el extremo este de Duskmoor, todas las miradas se volvieron hacia mí. Guerreros, trabajadores, exploradores, ancianos —todos estaban aquí.
Una multitud de unas sesenta personas, algunas hombro con hombro, otras posadas sobre piedras o apoyadas contra troncos de árboles. Capas, chaquetas, cuero desgastado por la batalla. Un silencio que pesaba más que las palabras.
Jeffery estaba a mi derecha. Dennis estaba a mi izquierda. Wanda permanecía en el borde exterior, con los brazos cruzados, los labios apretados en una línea sombría.
—Las diez en punto —murmuré, revisando el reloj plateado en mi muñeca—. Bien. Escuchan.
Di un paso adelante hacia el centro del círculo, con el fuego crepitando a mi espalda.