Una Meredith Feliz

—Meredith.

No me estremecí mientras sostenía la mirada de Draven. El aire entre nosotros crepitaba con tensión, su imponente figura proyectando un largo y silencioso desafío que me negué a reconocer.

Sus anchos hombros, ahora tensamente ajustados bajo su abrigo y su cabello recogido en un moño, solo hacían su expresión más intolerable.

Azul debió haber sentido la tormenta que se avecinaba porque su voz surgió suavemente desde mi lado. —Mi señora.

Parpadee, finalmente apartando mi mirada de sus ojos de acero y bajándola hacia Xamira. La pobre niña parecía completamente confundida por mis palabras. No entendía la pequeña pulla verbal que acababa de lanzar—bien, porque ningún niño necesitaba entenderla.

Le ofrecí una cálida y tranquila sonrisa.

—Nos vemos —dije en un tono ligero. Pero las palabras eran punzantes, y no solo estaban dirigidas a ella.

Justo entonces, un golpe seco resonó a través de la puerta.