La Gran Ofensiva de Disculpas

La luz de la mañana se filtraba por las ventanas de mi oficina mientras examinaba el informe de auditoría que tenía en mis manos. Los números confirmaban mis sospechas sobre Julian Clairemont. Cada transacción, cada documento falsificado—todo estaba allí en blanco y negro. La evidencia era condenatoria.

Dejé la carpeta a un lado y me froté los ojos cansados. Dormir se había convertido en un lujo desde aquella noche en el apartamento de Hazel. Las palabras de Damian seguían resonando en mi mente.

«Nueve meses antes de julio... ¿Cuántas personas en el mundo tienen tus exactos ojos violeta-azul?»

¿Podría Leo ser realmente mi hijo? La posibilidad me consumía, pero necesitaba concentrarme en una crisis a la vez. Recuperar a Hazel tenía que ser mi prioridad.

Saqué mi teléfono y redacté otro mensaje para ella.

«Buenos días, Hazel. Sé que necesitas espacio, pero quiero que sepas que estoy pensando en ti. Realmente lamento todo».