Una Petición Cruel

Miré fijamente a Ivy desde el otro lado de mi escritorio, su pregunta aún flotando en el aire. —¿Qué más podrías querer de mí? —Las palabras habían salido de mi boca en un susurro, revelando una vulnerabilidad que no tenía intención de mostrar.

Los labios delgados de Ivy se curvaron en una sonrisa que no llegó a sus ojos. Se movió en su asiento, acomodando su frágil cuerpo más cómodamente. A pesar de su palidez y las oscuras ojeras bajo sus ojos, parecía triunfante.

—En realidad —dijo—, hay una cosa más.

Por supuesto que la había. Con Ivy, siempre había una cosa más.

Crucé los brazos. —¿Qué ahora? Ya te has llevado a mi prometido, mi vestido de novia y has amenazado a mi empresa.

—Quiero que seas la testigo oficial en nuestra boda.

La petición me golpeó como un golpe físico. Durante varios segundos, no pude hablar, ni siquiera respirar.

—No puedes hablar en serio —finalmente logré decir.