El salón de subastas bullía de anticipación. Perfumes caros se mezclaban con la tensión en el aire mientras yo mantenía mi posición, con la paleta aferrada en mi palma sudorosa. El brazalete de jade brillaba bajo el foco, el recuerdo de mi madre atrapado en sus profundidades.
—Ciento diez millones —anuncié, con la voz más firme que mi corazón.
La multitud jadeó. Capté la expresión horrorizada de Vera por el rabillo del ojo. Ella agarró mi brazo con más fuerza.
—¡Hazel, detente! ¡Ya has ofertado mucho más de lo que puedes permitirte!
La ignoré, con los ojos fijos en el rostro del subastador mientras repetía mi oferta con una emoción apenas contenida.
—Ciento diez millones de la paleta veintiocho. ¿Escucho ciento veinte?
Desde el otro lado de la sala, el rostro de Alistair se ensombreció. Se inclinó hacia Ivy, susurrándole algo al oído. Los ojos de mi hermanastra se entrecerraron, con una sonrisa felina en sus labios mientras asentía.