La Venganza Calculada de una Víctima

La carpeta golpeó mi cara con una fuerza impactante, esparciendo papeles por toda mi oficina. El dolor explotó en mi mejilla cuando las uñas perfectamente manicuradas de Tanya arañaron mi piel.

—¡Maldita desagradecida! —gritó, agarrando otra carpeta—. ¡Todo esto es tu culpa!

Retrocedí tambaleándome, sorprendida por la repentina violencia.

—¿De qué estás hablando?

—¡Han arrestado a Harold! —La voz de Tanya se quebró con histeria—. La policía vino esta mañana—evasión fiscal, fraude financiero... —Volvió a golpear, alcanzándome en el hombro—. ¡Tú hiciste esto! ¡Tú lo denunciaste!

No había sido yo, pero la revelación de que alguien había investigado a mi padre me produjo una oleada de satisfacción.

—Sal de mi oficina —ordené, alcanzando mi teléfono—. Voy a llamar a seguridad.

—¡Se están llevando todo! —chilló Tanya, ignorándome por completo—. Nuestra casa, nuestros coches... ¡todo porque no pudiste dejarnos ser felices!