Un Trato Desesperado

Me senté en mi coche, observando cómo las luces traseras de Sebastián desaparecían en la curva delante de nosotros. Mi corazón aún latía aceleradamente por nuestro breve encuentro en aquella carretera privada de montaña. La forma en que había tocado mi rostro, colocando ese mechón rebelde detrás de mi oreja con tanto cuidado...

—¿Señorita Shaw? —la voz de mi conductor interrumpió mis pensamientos—. ¿Deberíamos seguir al señor Sinclair de regreso a la mansión?

Parpadee, volviendo bruscamente a la realidad.

—Sí, por favor.

Cuando llegamos, Sebastián estaba esperando en la entrada. Él mismo abrió la puerta de mi coche, extendiendo su mano para ayudarme a salir.

—Gracias —dije, esperando que no pudiera sentir cómo mi pulso se aceleraba con su contacto.

—El placer es mío —respondió, su voz profunda haciendo que mi estómago revoloteara.