Chismes, Gratitud y un Invitado Misterioso

El zumbido de las máquinas de coser y el suave crujido de la tela se habían convertido en mi salvavidas. Durante tres días seguidos, apenas había salido de mi estudio, esforzándome por perfeccionar cada puntada de la nueva colección. Mis ojos ardían por la falta de sueño, pero los diseños estaban tomando forma maravillosamente.

—¿Señorita Shaw? Hay una llamada en la línea dos —mi nueva asistente asomó la cabeza por la puerta.

Me froté las sienes.

—Toma un mensaje.

—Es la señorita Vance. Dice que es urgente.

Con un suspiro, cogí el teléfono.

—Vera, estoy ahogada en telas ahora mismo.

—Y yo estoy ahogada en preocupación por mi mejor amiga adicta al trabajo —respondió Vera—. No puedes esconderte en ese estudio para siempre.

—No me estoy escondiendo. Estoy trabajando.

—¿Durante setenta y dos horas seguidas? Eso no es dedicación, es evasión. —Su voz se suavizó—. Mira, todos se reunirán en Enigma esta noche. Sin excusas esta vez.

—Vera...