El punto de vista de Hazel
El trayecto desde Lumière hasta mi estudio estuvo lleno de la animada charla de Cora sobre el próximo Baile del Gobernador. Mantuve los ojos en la carretera, asintiendo ocasionalmente, pero mi mente estaba en otra parte. La conversación del almuerzo todavía resonaba en mi cabeza.
*No eres un monstruo, Hazel. Eres una heroína.*
Las palabras de Sebastián habían envuelto mi corazón como un escudo protector. Nadie había defendido mis acciones con tanta convicción antes.
—Estás muy callada —observó Cora, interrumpiendo mis pensamientos—. ¿Todavía procesando las noticias sobre tu padre?
Apreté el volante con más fuerza.
—Entre otras cosas.
—Mi hermano tiene ese efecto en las personas —dijo con una sonrisa conocedora—. Tiende a dejarlas sin palabras.
Mis mejillas se calentaron.
—No sé a qué te refieres.