—¡Quítame las manos de encima! —me retorcí violentamente, desesperada por liberarme del agarre de Alistair. Sus dedos se hundieron más en mi carne.
—Solo una noche, Hazel. Por los viejos tiempos. —Sus ojos estaban salvajes, irreconocibles. El alcohol en su aliento me revolvió el estómago.
Lancé mi rodilla hacia arriba, apuntando a su entrepierna. Él esquivó, pero mi golpe aterrizó con fuerza en su muslo.
—¡Perra! —Agarró un puñado de mi cabello, tirando mi cabeza hacia atrás.
El dolor ardió por todo mi cuero cabelludo. Con mi mano libre, arañé su cara, mis uñas dejando furiosas marcas rojas en su mejilla.
—¡Ayuda! —grité tan fuerte como mis pulmones me permitieron—. ¡Que alguien me ayude!
Alistair puso su mano sobre mi boca, ahogando mis gritos. Mordí con fuerza su palma. Él aulló, soltándome por una fracción de segundo—justo el tiempo suficiente para buscar mis llaves a tientas.
Mis manos temblaban violentamente mientras metía la llave en la cerradura de mi puerta. Casi allí