El Santuario de la Diseñadora

El punto de vista de Hazel

El silencio incómodo se extendió entre nosotros mientras terminábamos nuestro almuerzo. Sebastián apenas había hablado desde que lo interrumpí, y la culpa me carcomía. Sabía lo que estaba a punto de decir, y deliberadamente lo detuve. No porque no quisiera escucharlo, sino porque no estaba lista para lo que vendría después.

—Me disculpo si fui demasiado directo —dijo finalmente Sebastián, con voz formal mientras colocaba su servilleta junto a su plato—. Esa no era mi intención.

Levanté la mirada, encontrándome con sus ojos.

—No, yo lo siento. Es solo que... las cosas están complicadas ahora mismo.

—Por supuesto. —Su sonrisa no llegó a sus ojos—. Tu divorcio debería ser tu prioridad.

La distancia educada que había puesto entre nosotros se sentía peor que si se hubiera enojado. Esta versión cuidadosa y corporativa de Sebastián me hacía doler el pecho.