Una Libertad Condicional

El punto de vista de Hazel

El golpe del mazo del juez resonó en la sala del tribunal como música para mis oídos. Cerré los ojos, saboreando el dulce sonido de la liberación.

—Se levanta la sesión —anunció el juez.

Libertad. Después de meses de amarga lucha, la palabra sabía a miel en mi lengua. Ya no era la Sra. Everett. Era Hazel Shaw de nuevo – solo yo, completamente mía.

Mi abogada me apretó el hombro.

—Felicidades, Hazel.

Me levanté con piernas temblorosas, agarrándome al borde de la mesa para sostenerme. La oleada de emociones amenazaba con abrumarme – alivio, reivindicación y una asombrosa ligereza que no había sentido en años.

—No puedo creer que finalmente haya terminado —susurré.

Vera se apresuró hacia mí, envolviéndome en un fuerte abrazo.

—¡Lo lograste, chica! ¡Eres libre!