## El punto de vista de Hazel
La cara de Tanya con el rímel corrido era algo que nunca pensé que vería. La mujer que había hecho de mis años de adolescencia un infierno ahora estaba encorvada sobre una mesa metálica en una sala de interrogatorios, completamente a mi merced.
—Por favor, Hazel —suplicó de nuevo, con la voz quebrada—. No puedo ir a la cárcel.
Mantuve mi expresión neutral mientras la estudiaba.
—Los cargos de agresión son serios, Tanya. Y hay testigos.
—¡Fue un momento de ira! No quise...
—Golpeaste a mi empleado con un pisapapeles —la interrumpí—. Necesitó puntos de sutura.
Sus hombros se hundieron aún más.
—¿Qué quieres de mí? Haré cualquier cosa.
La desesperación en su voz era satisfactoria, pero no estaba aquí por una venganza mezquina. Saqué mi teléfono y lo coloqué sobre la mesa entre nosotras.
—He redactado un acuerdo. Un documento de préstamo, para ser precisa.
Tanya parpadeó confundida.
—¿Un préstamo?