La sangre brotaba de la herida en el abdomen de Su Yang, caliente e implacable mientras pintaba de rojo el suelo de la arena debajo de él—pero Su Yang no miró hacia abajo.
No podía permitírselo.
No cuando Su Ran todavía respiraba, ya que hacerlo mientras su hermano basura seguía vivo, le daría un momento de inmensa satisfacción.
*Temblor*
Su espada temblaba en su agarre, no por miedo o duda, sino por la pura tensión de forzar a su cuerpo destrozado a seguir moviéndose.
Sus respiraciones salían en jadeos entrecortados y superficiales, cada uno raspando a través de dientes apretados, pero sus ojos—seguían afilados. Aún fijos en su hermano con una furia que podría derretir el acero.
La herida de lanza había abierto un agujero directamente a través de su abdomen, pero Su Yang aún se mantenía erguido con los pies plantados y la espada levantada, sin mostrar señales de desaceleración en absoluto.
Se negaba a tambalearse.
Se negaba a arrodillarse.