(Arena del Dios del Cielo, POV de Leo)
En el momento en que el portal se cerró con un destello, sellando la huida de los últimos cultistas, Leo sintió el peso del silencio asentarse sobre el cráter como un velo.
No era el tipo de silencio que invitaba al alivio o la calma, sino el tipo que marcaba la llegada de algo ineludible, como una guillotina descendiendo finalmente después de una eternidad de espera.
Y mientras permanecía allí, apenas erguido, el ardor en sus costillas se sentía como un grito constante que se negaba a desvanecerse, su hombro izquierdo tensándose con cada respiración que tomaba, mientras la sangre se deslizaba por su brazo y goteaba silenciosamente sobre el polvo debajo.
Sin embargo, a pesar de todo, a pesar del estado destrozado de su cuerpo, su mente permanecía extrañamente clara, como si estuviera completamente separada del dolor.
[Indiferencia del Monarca] había comenzado a trabajar horas extras para estabilizar sus emociones.