—Dime... ¿hasta dónde estás realmente dispuesto a llegar para salvar a tu hijo?
Dupravel se quedó paralizado, las palabras resonando más fuerte que el trueno sobre él, más fuerte que el dolor en su pecho o el peso de la tormenta presionando sobre sus hombros.
No era que careciera de convicción—ya había ofrecido su alma. Pero en ese momento, se dio cuenta de algo más profundo, algo más frío: Mauriss ni siquiera había comenzado a negociar todavía. Y si su alma no era suficiente, ¿qué podría estar buscando el diablo entonces?
—...Lo que sea —dijo Dupravel finalmente, con voz tensa y baja—. Haré lo que sea que necesites que haga.
Aseguró, mientras Mauriss reía suavemente, sus ojos divinos brillando con deleite.