El Gran Engañador

—¿No hay otra manera, Antonio? ¿Debo suplicar ante el diablo mismo por el bien de mi hijo? —murmuró Dupravel con un suspiro derrotado, su voz apenas más que un aliento mientras se hundía más en su silla, una mano agarrando su sien, la otra temblando en el borde de su silla.

Antonio, de pie a pocos pasos con los brazos cruzados, parecía igualmente sombrío.

—Solo los dioses pueden enfrentarse a los dioses, Dupravel. Ambos lo sabemos —su tono era bajo, uniforme, resuelto.

—El Dios Maligno Soron no es alguien a quien podamos engañar, asesinar o emboscar. No podemos invadir Ixtal por nuestra cuenta... Muchas fuerzas mucho más poderosas que nosotros lo han intentado y fracasado a lo largo de los años, ya que a menos que un Dios esté dispuesto a ayudarnos a invadir, no podemos hacer nada por nuestra cuenta