Zhao Qing miró a su marido, no, a su ex marido.
—Denúncialo, quiero hacerlo famoso.
Al ver que a Zhao Qing realmente no le importaban los sentimientos del pasado, He Chao inmediatamente comprendió su despiadada actitud.
—Pequeña Qing, no llames a la policía. Compensaré los artículos dañados por su valor total.
Después de decir esto, He Chao sacó su teléfono, listo para hacer el pago, pero Zhao Qing lo detuvo.
—He Chao, lo que estás haciendo ahora no tiene sentido. Solo espera el castigo legal.
Antes de que sus palabras se desvanecieran, llegó la policía.
Zhang Hao no siguió con el manejo posterior de la situación, pero todo transcurrió bastante bien.
Cuando casi era hora de salir del trabajo, Zhang Hao también recibió una llamada de Zhao Qing, agradeciéndole por su heroico rescate.
En realidad, Zhang Hao sentía que esto era simplemente lo que un hombre debía hacer. En ese momento, además de él, había bastantes personas que se acercaron para ayudar.