—He Chao, me estás difamando con estas cosas solo porque mi padre no te ayudó a ascender más en la empresa.
—Él es viejo, ya no puede ayudarte. Deberías conseguir promociones por tus propios esfuerzos, no aferrándote a los faldones de otros.
—Incluso si te empujara hasta la cima, la gente detrás te derribaría tarde o temprano.
—Cuando nos conocimos, eras tan honesto, prometiendo darme una vida mejor a través de tu propio esfuerzo.
—Pero solo llevamos dos años casados, ¿cómo has podido cambiar tanto? ¿Fue todo una actuación, o tu corazón realmente ha cambiado?
—Prefiero creer que tu corazón cambió a pensar que me has estado engañando.
He Chao guardó su teléfono y se puso sus gafas con modales civilizados.
Con sus gafas puestas, parecía un canalla refinado, sus labios curvándose en una sonrisa siniestra mientras miraba a su esposa.
—Pequeña Qing, cada uno por sí mismo—si el cielo no castiga, que así sea. He querido decirte algunas cosas desde hace mucho tiempo.