Capítulo 3 – "La grieta en lo perfecto"

La tarde fue pasando entre chapoteos, risas, competencias absurdas de quién aguantaba más bajo el agua y comentarios fuera de lugar cortesía de Mika, como siempre. El sol empezó a inclinarse hacia el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados. La típica postal de final de verano, con olor a cloro, piel mojada y voces relajadas.

Salimos del agua cuando el frío ya empezaba a colarse en la piel. Mika se sacudió el pelo como perro, Liam le robó la toalla, Emma lo fulminó con la mirada y yo... yo solo los miraba mientras me secaba con calma.Emma, apenas puso un pie fuera del agua, buscó su toalla como si el mundo dependiera de eso. Se cubrió el cuerpo entero con ella y, como acto reflejo, se colocó encima su chaqueta negra. Esa chaqueta. La famosa, la sagrada, la intocable. No es que tapara mucho, pero le llegaba un poco más abajo de las caderas y con eso parecía sentirse a salvo.—Voy a cambiarme —dijo, evitando nuestras miradas mientras entraba a la casa casi en modo ninja, rápido y en silencio.Y apenas la puerta se cerró, Liam soltó la bomba.—Ahora que no está... ¿quién le dio la chaqueta? —preguntó, cruzándose de brazos. Su tono tenía esa mezcla entre hermano protector y tipo que necesita respuestas porque algo no le cuadra.Mika dejó salir una risa suave mientras se sentaba en el borde de la reposera.—Digamos que... es un amigo muy cercano a ella —respondió con ese tono de misterio que sabía usar cuando quería sembrar el caos.—¿Qué tan cercano? —insistí, más por reflejo que por otra cosa, aunque noté el leve fruncir de ceño de Liam.—Lo suficiente como para que la Emma versión cactus emocional le haya aceptado un regalo, lo use casi todos los días y parezca una gata salvaje si alguien intenta tocarlo. Diría que eso es bastante cercano.Liam soltó un "hmm" bajo, pensativo, pero no dijo más.Yo solo me pasé la toalla por el cuello, mirando hacia la casa.Un amigo muy cercano, ¿eh?Pues mira tú qué interesante.—Espero no estés celoso, Ares —suelta Mika sin filtro, como siempre —yo aún apuesto por ti. Él no me termina de cerrar del todo —añadió encogiéndose de hombros, como quien comenta el clima, pero con una sonrisa ladina que dejaba en claro que sabía lo que hacía.Le lancé una mirada de medio lado mientras me terminaba de secar el cabello.—¿Celoso? Por favor. ¿De un tipo que ni siquiera tiene nombre en esta historia? —respondí con tono burlón, arqueando una ceja —me preocuparé cuando Emma se saque la chaqueta por voluntad propia. Mientras tanto, ese "amigo cercano" sigue perdiendo.Liam se rió por lo bajo, pero no dijo nada. Estaba en su modo escaneo: analizando todo, sin intervenir. No sabía si era porque ya sospechaba algo o porque le hervía la sangre en modo hermano mayor y no quería soltarlo todavía.—Igual te digo, eh —siguió Mika, divertida —si quieres acercarte a Emma, te va a tocar sudar. No es de las que se caen por una sonrisa bonita y un tatuaje. Aunque, bueno… —me miró de arriba abajo y se mordió el labio teatralmente —…tampoco estás tan mal equipado para el intento, pero mis gustos son otros —lanza una miradita rápida hacia Liam, quien no pareció enterarse de nada.—Gracias por tu confianza en mi talento y mi físico —repliqué con sarcasmo.—No hay de qué. Solo no tardes mucho, que los buenos cuerpos se reservan rápido —dijo con una guiñada.Liam soltó una carcajada.—Parece que a este paso Mika va a terminar de casamentera oficial.—Voy a terminar de algo, seguro —replicó ella —pero no se preocupen, solo empujo el destino. Y el destino, Ares... te está mirando la chaqueta ajena.Yo solo negué con una sonrisa ladeada.Y por primera vez… me encontré pensando en ese tal “amigo”.Mientras caminábamos hacia la casa, con el sol bajando detrás y las toallas colgando de nuestros hombros como si viniéramos de alguna batalla acuática, Mika giró la cabeza hacia Liam con esa sonrisita suya que anticipaba caos.—Y dime, Liam… ¿te molestaría si Ares empieza a salir con Emma?Silencio de medio segundo. No más. Porque Liam se giró hacia mí con una mirada entre divertida y amenazante.—¿Mi mejor amigo con mi hermana cuatro años menor? —repitió, como saboreando cada palabra —no sabría si sentir felicidad o ganas de golpearte.—Yo también tengo ese efecto en la gente —contesté encogiéndome de hombros con una sonrisa ladina.—Además —siguió él, ya sin disimular la risa —si Ares decidiera que le gusta Emma, lo cual ya es un milagro porque este idiota no se interesa por nadie... dependeríamos de otro milagro para que Emma lo corresponda. Y dos milagros ya son mucho. Hasta Dios debe tener límites de presupuesto.—¿Y si pasa un tercero? —preguntó Mika, claramente gozándola.—Entonces me meto a cura, porque eso ya es intervención divina —dijo Liam soltando una carcajada —aunque pensándolo bien, eso de “comerse a mi hermana” me da urticaria. Que lo haga otro. Uno con cara menos de querer romper corazones y más de querer hacer panqueques los domingos.—¿Perdona? —intervine, levantando las manos —yo puedo hacer panqueques. Solo no me levanto para hacerlos.—Eso no ayuda —dijeron ambos al mismo tiempo, muertos de risa.Y mientras entrabamos a la casa, la conversación seguía, entre bromas, miradas de advertencia veladas y chistes con más doble sentido que un club de comedia para adultos. Lo único claro era que, si algo pasaba con Emma... no iba a pasar desapercibido. Ni un poquito.—Hablando en serio —soltó Mika con un tono que cortó la risa como cuchillo caliente en manteca —los únicos hombres con quienes Emma realmente habla son contigo —me señaló sin disimulo —y Max. Liam no cuenta por ser su hermano, aunque a veces hasta eso parece estar en discusión.Liam soltó una risa nasal, pero se inclinó hacia nosotros.—¿Max? ¿Quién carajos es Max?—Ah, ya le puso nombre el cabrón —dije cruzándome de brazos con media sonrisa torcida.Mika se encogió de hombros como si no fuera gran cosa, pero la chispa en sus ojos decía lo contrario.—Max es… otra versión tuya —me dijo, y se me arqueó una ceja —alto, musculoso, tatuado, pelo negro azabache, mandíbula marcada, y con la misma expresión de “me importa una mierda todo” que ustedes dos manejan como si les pagaran por ello.—Vaya, ya me cae mal —solté sin filtro.—Bienvenido al club —dijo Liam, cruzándose de brazos —¿Y qué hay con él?—La relación es muy distinta —explicó Mika mirando al frente, como si repasara mentalmente todo —con Max es como... retraída. Se le nota vergonzosa, habla bajito, le responde todo cortés, hasta el tono le cambia. Parece que estuviera dando una entrevista de trabajo cada vez que él le habla.—¿Emma? ¿Tímida? —pregunté sin disimular mi escepticismo.—Sí, con él es todo “sí”, “por favor”, “gracias”, y mirada al piso. Pero contigo... —me miró y alzó una ceja —contigo es como si encarnara su versión de villana favorita. Te busca, te responde, te desafía... se ríe contigo, se enfada, te provoca sin querer. Contigo se muestra como realmente es.—O sea que con Max es una monja y conmigo un incendio forestal —dije con una media sonrisa.—Exactamente. A Max lo trata como si fuera el jefe de un culto. A ti, como si estuviera buscando pelea en una jaula de UFC... con coqueteo incluido —añadió Mika, mirándome con intención —y no me vengas con que no te das cuenta. Hasta el ciego de la cuadra lo notó.—¿Y Max qué papel juega? —preguntó Liam, con ese tono de hermano que olfatea el peligro.—Max también es reservado. Igual de frío que Emma. Si esos dos se pusieran de acuerdo, podrían abrir una empresa de miradas intensas y silencios incómodos. No pasa nada entre ellos, no hay química o al menos no tanta como la que hay entre Emma y Ares. Es como ver dos estatuas frente a frente... y ninguna quiere mover ficha.—Perfecto. Uno es su clon emocional y el otro —me miró con intención —es una bomba de tiempo con su nombre escrito encima.—Qué romántico —solté con sarcasmo —¿Dónde firmo?—Con sangre —respondió Mika, y los tres reímos, pero con ese tipo de risa que sabe que algo se está cocinando... y no es solo el sol.—¿En serio Emma es así con ese tal Max? —pregunta Liam con una ceja levantada, todavía procesando la información.—Sí, lo juro —respondió Mika, poniéndose seria por un segundo —es como ver a un león feroz inclinándose ante su presa. Así de raro es. Casi perturbador. No es la Emma de siempre, es otra.Liam chasqueó la lengua, confundido.—¿Y eso desde cuándo?—Hace ya un tiempo —respondió Mika, cruzándose de brazos —y lo más extraño es que siempre que él está, Emma prefiere hablar con él a solas. Nunca lo incluye en el grupo, nunca hay bromas, nada de sarcasmos, ni siquiera sus típicas pullas. Yo misma apenas le dije un “hola” y un “adiós” en toda mi vida. El tipo parece una sombra con músculos.—Suena divertido —dije con sarcasmo.Mika se rió.—Por eso me caes mejor, Ares. Con Max no hay chispa, ni tensión, ni ruido. Pero contigo... —me miró con intención —hay fuegos artificiales, incendios, tsunamis emocionales y uno que otro almohadón volador. Mucho más entretenido.—Y peligroso —murmuró Liam, medio en broma, medio en modo hermano vigilante.—También, pero ¿qué sería de la vida sin un poco de caos? —dijo Mika sonriendo con picardía.Liam suspiró.—Conociendo a Emma... caos es su segundo nombre. —¿Y desde cuándo lo conoce? —preguntó Liam, ya con esa mirada típica de hermano que calcula cuántos huesos puede romper sin consecuencias legales.—Desde antes de que me conociera a mí —respondió Mika encogiéndose de hombros —según ella, lo conoció en uno de los centros donde entrenaba a escondidas. O algo así. No suelta muchos detalles, pero el tipo es como... su sombra personal. Alto, tatuado, pelo negro, musculoso, más serio que tú en exámenes finales. Una versión masculina de Emma, solo que más cerrado todavía.—¿Más cerrado que Emma? Eso ya suena a reptil sin sistema nervioso —solté con una ceja alzada.Mika soltó una carcajada.—Literal. Los dos juntos parecen parte de una secta de vampiros emocionalmente disfuncionales. Pero hay algo raro, no sé cómo explicarlo. Emma lo trata con un respeto casi… reverencial. No es miedo, pero tampoco comodidad. Es como si le debiera algo.Liam frunció el ceño.—¿Y tú crees que le gusta?Mika negó rápidamente.—No. O al menos no de ese modo. Emma no lo mira cómo te mira a ti.—¿Cómo me mira a mí? —pregunté, más por curiosidad que por ego.Mika sonrió con suficiencia.—Con ganas de matarte, besarte o ambas cosas al mismo tiempo. Esa es la diferencia.—Una combinación sana —murmuré.Liam bufó una risa, pero aún se notaba algo tenso.—Mientras ese Max no le haya hecho nada raro...—No, tranquilo. Ese tipo es raro, pero sumamente protector hacia Emma. Aunque no me termina de cerrar. No porque sea malo, sino porque es un completo misterio. Y a mí me gustan las cosas claras —dijo, mirándome con intención —como tú, que das problemas, pero al menos se te nota.—Siempre tan halagadora, Mika —dije con sarcasmo, cruzándome de brazos.—Es mi talento. Ser realista con encanto —respondió ella con una sonrisa ladeada —es mas, justo hoy lo vimos en el gimnasio.—¿Qué? ¿Hoy? —preguntó Liam con los ojos entrecerrados como si acabara de escuchar que su hermana había sido invocada en un ritual satánico.—Sí, y te juro que fue una escena salida de esas películas donde todo el mundo suda sin necesidad lógica —dijo Mika levantando las cejas —Max bajó del ring sin camiseta, con las vendas colgándole de las manos, caminando despacio, todo misterioso, mientras Emma estaba en la cinta de correr como si estuviera huyendo del apocalipsis. Y el tipo la esperó, así nomás, plantado delante de ella, mirándola con esa cara de “sé todos tus pecados”.—¿Y no se dijeron nada ahí? —pregunté cruzado de brazos, con la mandíbula algo tensa sin querer.—Nada que yo haya escuchado —respondió Mika —pero Emma apenas terminó se bajó, le sonrió y se fueron a hablar aparte, en esa sala de yoga que nunca usa nadie porque da miedo lo silenciosa que es. Cuando volvió, ya estaba con cara de “volví a ponerme la armadura”, como si hubiera salido de una reunión del Consejo de Guerra.Liam soltó aire por la nariz.—No me gusta ese tipo.—A mí tampoco —añadió Mika —no es que desconfíe de Emma, al contrario. Pero el tipo parece tener... acceso a partes de ella que ni tú ni yo entendemos. Es como si supiera algo que nosotros no.—¿Y no será que se conocen de antes? —dije, soltando la pregunta al aire —tal vez no solo entrenaron juntos...—¿Estás celoso? —preguntó Mika con una sonrisita burlona.—Estoy curioso. Es diferente —contesté encogiéndome de hombros.—Claro, claro —replicó ella, arrastrando las palabras con sarcasmo —curioso con cara de querer arrancarle las vendas y atarlo con ellas.—Solo digo que... no me gusta cuando alguien desconocido se acerca a mi familia —respondí, bajando la voz —especialmente alguien que se le acerca tanto sin pedir permiso y por muy molesta que sea, sigue siendo la hermanita de mi mejor amigo y es suficiente para mí.—Y lo peor es que Emma lo deja —añadió Mika —con nosotros gruñe, muerde, da vueltas. Con él... se calma. Baja el escudo. Pero no porque confíe, sino porque parece... resignada. O acostumbrada.Liam nos miró a ambos.—¿Y si ese Max no solo fuera un tipo del gimnasio?—Entonces tenemos un problema más grande del que pensábamos —dije yo intentando no darle tanta importancia.Mika suspiró.—Sea quien sea, hay algo ahí. Pero te digo algo, Ares... ella no lo mira cómo te mira a ti. No pelea con él. No lo provoca. Con él se guarda. Contigo, en cambio, se desata. Así que ya sabes... el rival puede tener historia, pero tú tienes chispa.—Sí, claro —bufé —una chispa que, si la manejo mal, me explota en la cara.—Exacto. Pero qué explosión más buena sería —rió Mika, empujándome con el hombro.

 El grito resonó por toda la casa como si alguien hubiese roto un espejo maldito.

—¡¡¿¿Quién se comió mis gomitas??!! —rugió Emma desde su cuarto quien bajó a toda velocidad por las escaleras, con un tono que dejaba claro que estaba a segundos de invocar algún demonio vengador.Mika se quedó quieta como estatua. Yo giré lento la cabeza, como si eso fuera a hacerme invisible. Liam... Liam directamente intentó escapar al estilo ninja, dando dos pasos hacia atrás como si nadie lo hubiese notado.—Estamos muertos —murmuró Mika.La noche anterior mientras Emma dormía, Mika se pasó a donde estábamos nosotros como apoyo moral, en medio del papeleo eterno que estábamos firmando con Liam, encontramos ese paquetito celestial de ositos de goma en su cajón. Y sí, sabíamos que eran de Emma. También sabíamos que era lo único que la mantenía cuerda a veces. Pero teníamos hambre, ansiedad y cero sentido común.—Fue idea tuya —le dije a Liam en voz baja.—¿Perdón? Tú fuiste el que dijiste “una no se va a dar cuenta”—respondió, igual de bajo.—Sí, bueno. Me refería a una gomita. No al paquete entero.—¡Están muertos los tres! —gritó de nuevo Emma, y por el sonido de sus pasos, se aproximaba. Como un velociraptor emocional.Mika se puso detrás de mí como escudo humano.—Yo solo comí tres —susurró.—Te vi comerte un puñado y metértelo en la boca como si fueran uvas en Año Nuevo —le dije sin mirar.—¡MENTIROSOS! —gritó Emma desde la puerta del comedor, con el paquete vacío en la mano, agitando el envoltorio como prueba incriminatoria.Nos encontró como niños atrapados con las manos en el tarro. Literal.—Esto... podemos comprarte otro paquete —intentó decir Liam.—¿Otro? ¡Ese era edición limitada! ¡Con sabor a cereza negra y durazno lunar! ¡LUNAR! ¡Ni siquiera lo venden aquí! —dijo Emma, tan indignada que su chaqueta se movía con cada exhalación.—¿Durazno lunar? Eso suena inventado... —intenté bromear, mal timing.—¿Inventado? Ares, te juro por todo lo que respira que, si no me traes otro paquete en 48 horas, te despierto a las tres de la mañana tirándote agua helada y poniéndote reggaetón hasta que confieses qué hiciste en tu vida pasada para ser tan idiota.Mika ya estaba buscando en su celular:—Listo, hay una tienda coreana que los vende. Cuestan como el alquiler de un departamento chico, pero si no queremos morir, es la única salida.Emma nos fulminó con la mirada.—Más les vale. Y no se metan con mis gomitas nunca más. Jamás. Esto es peor que traicionar a un país.Liam tragó saliva.—Entendido, presidenta del sindicato de ositos.Emma se dio media vuelta y se fue, pero juraría que escuché un gruñido bajo. El tipo de gruñido que hace un dragón cuando todavía no escupe fuego… pero está pensando en hacerlo.

 ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

La tienda estaba como un templo de la desesperación: luces tenues, música coreana de fondo y productos con nombres imposibles de pronunciar. Mika, Liam y yo estábamos parados frente a una góndola brillante como si hubiéramos encontrado el Santo Grial… solo que era una copia.—¿Estás segura que son estos? —pregunté mirando el paquete con desconfianza.—A ver, tienen el mismo color, el mismo osito en la esquina... —dijo Mika.—Pero el nombre dice “Gomitas de Gama Premium Lunaris” —señaló Liam —¿Qué carajos es “Lunaris”? Parece nombre de secta.—Shh. Es lo más parecido que hay, y si no lo llevamos, mañana aparecemos en el obituario de las muertes más tristes del año —dijo Mika mientras agarraba tres.Además, por si acaso, nos abastecimos de dos paquetes más cada uno. Un botín escondido en los bolsillos. Si Emma sacaba un cuchillo, al menos podíamos sobornarla.Volvimos a casa como soldados en misión suicida. Emma ya estaba ahí, de pie en el living, con una calza negra que le marcaba más de lo que quería notar bajo presión, y una sudadera que no ocultaba su aura asesina. Parecía una mezcla entre instructora de CrossFit y asesina profesional. Bajita, sí. ¿Pero peligrosa? Nivel “no respires cerca”.—¿Y bien? —preguntó, con una ceja levantada. No sonrió. No se movió. Solo nos escaneó como rayos X.Mika dio un paso al frente y le extendió el paquete, como una ofrenda.—Tus... gomitas, oh gran señora de los antojos —dijo con una sonrisa tímida.Emma bajó la mirada al paquete. Lo giró. Leyó. Luego levantó la vista muy lento, con esa paciencia que solo tienen los villanos que saben que van a ganar.—Esto es una copia. —Lo dijo sin gritar. Peor. Lo dijo con decepción. Como cuando tu mamá encuentra tus calificaciones y no te reta... solo suspira.—Es igual... —intenté decir.—No es igual. Las originales tienen el osito en relieve, no impreso —contestó, como una experta sommelier de gomitas —y el sabor no es “Lunaris”, es “Lunar Eclipse Edition”.—¿Cómo sabes eso? —preguntó Liam, pálido.—Porque soy una maldita experta, Liam —dijo Emma, acercándose lentamente. Cada paso sonaba como sentencia.Saqué un paquete de los de repuesto del bolsillo y lo levanté, como cuando entregas tu arma en una negociación.—Tenemos más... y... Mika está dispuesta a cantar canciones de K-pop si te calma.Mika lo fulminó con la mirada, pero asintió rápido.—Puedo bailar también —añadió.Emma tomó el paquete, lo miró, lo volvió a oler. Y lo guardó.—Están en deuda conmigo. Tres semanas de lavar platos, cargar bolsas, y sí, van a comprarme el original, aunque tengan que invocar a los dioses coreanos.Liam tragó saliva. Mika murmuró “vale la pena vivir”.Yo solo asentí. Estábamos vivos. De milagro. Pero vivos. Y todo por unos putos ositos.

 -------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

La noche había cerrado como una comedia coreana en ácido. Mika, micro en mano, cantaba con la pasión de un idol frustrado mientras hacía coreografías que harían llorar a cualquier entrenador de K-pop. Liam lloraba de la risa, yo tenía el celular grabando por si necesitábamos chantajearla en un futuro, y Emma... bueno, Emma estaba sentada en el sofá con su potecito de gomitas falso, metiendo una cada tanto en la boca, con mirada de “aún los quiero matar, pero estoy considerando perdonarlos”.Todo iba bien. Hasta que no.La puerta principal se abrió con ese sonido seco que solo hacen las casas millonarias, de esas con cerraduras que parecen salidas de una bóveda del banco central. La música se cortó como si alguien hubiera desenchufado la alegría. Mika se quedó congelada con el micro a medio levantar. Liam se paró. Yo me puse recto, como si hubiera vuelto al servicio militar.Y ahí estaban ellos.El señor Darion Delacroix y su esposa, Mireya Delacroix. Él con su traje oscuro como su aura, el reloj brillante que seguro costaba lo que valía mi auto, y esos pasos lentos, firmes, fríos. Ella, vestida como si saliera de una alfombra roja, labios rojos, sonrisa invisible, perfume caro que llegaba antes que su sombra.El ambiente pasó de “diversión adolescente” a “tribunal supremo” en dos segundos.Darion cruzó el living sin siquiera mirar a los demás. Se detuvo unos pasos antes de entrar en el pasillo en el que estaba su despacho, giró levemente el rostro en dirección a su hija y soltó esa voz grave y seca que parecía venir de un ataúd de mármol.—Es tarde y mañana hay juntas.Todos contuvieron el aire.—Emma, te espero en mi despacho.Y se fue. Sin más. Como si acabara de ordenar que alguien fuera ejecutado en la torre norte.Emma no dijo nada por un segundo. Masticó la gomita que tenía en la boca, sin emoción, como si saboreara su última cena. Se puso de pie con calma. Se sacudió las calzas. Y nos miró.—Si no vuelvo en quince minutos… escondan las gomitas. Y mi diario.Luego se fue. Tranquila. Caminando hacia el despacho como si no le molestara, pero todos sabíamos que por dentro estaba buscando los puntos débiles de su padre para eventualmente hacerlos estallar.Y el resto, nos quedamos en silencio. Mirándonos. Pensando lo mismo:¿Y si no sobrevive? ¿Quién se queda con sus gomitas?

 

Los tres subieron al cuarto de Liam como si fueran cómplices de un crimen que aún no había pasado, pero estaban seguros de que iba a ocurrir. Se tiraron en la cama, en el suelo, donde hubiera espacio aunque eso sobraba, riéndose por inercia mientras las luces cálidas de la habitación daban ese aire de “seguimos siendo los mismos idiotas de siempre”.Liam estaba tirado de espaldas, mirando el techo, mientras Mika se acomodaba en una pila de almohadas. Yo estaba en el escritorio girando en la silla como un villano de película barata.—¿Se acuerdan cuando le escondía los peluches a Emma y le hacía creer que los había tirado al fuego? —pregunta Liam, sonriendo de lado.—No, pero ahora lo entiendo todo —responde Mika riendo —esa chica no odia el mundo, lo sobrevivió.—Nah, lo mejor fue cuando cumplió quince —empieza Liam y yo ya sabía a dónde iba, solo me reí por anticipado —Ares le llevó un regalo y Emma estaba toda emocionada porque venía de “su héroe rebelde” —dijo haciendo comillas con los dedos.Mika abrió los ojos, interesada. Yo levanté las cejas como quien dice “se viene la vergüenza”.—Y cuando lo abrió… era un sostén para niñas chiquitas. Así, blanco, con ositos. Y él le dijo: "por fin algo de tu talla, tabla de planchar."Liam rompió en carcajadas y Mika se llevó una mano al pecho fingiendo dolor de risa.—No jodas… —dijo entre risas —¿Y no te mató?—No lo hizo porque mamá la tenía atrapada en un vestido rosa enorme, parecía una torta de bodas con vida —añadió Liam.—Yo no estaba tan lejos de morir, igual —intervine con una mueca —me tiró un zapato con el tacón afilado. Me salvó el reflejo. Y el hecho de que aún no sabía cómo usarlo como daga.—Bueno, ahora de tabla no tiene nada —suelta Mika con tono picaresco —si le haces ese chiste hoy, terminaras con una zapatilla incrustada donde el sol no pega.—Ya no me arriesgo —me crucé de brazos —Emma de quince era intensa. Emma de dieciocho… es un campo minado con curvas.—Es verdad —asiente Liam —antes chillaba. Ahora te mira, te juzga y después te destruye emocionalmente.—¿Entonces… le tenías interés? —pregunta Mika, curiosa, medio en broma, medio no.Yo solté aire por la nariz.—Era gracioso hacerla cabrear. Pero no, en ese momento era “la hermana pequeña de mi mejor amigo”. Y estaba ocupada odiándome con pasión.—Y ahora…—Ahora me mira como si me pudiera domesticar. O prender fuego. No sé cuál opción es peor.Se rieron los tres. Afuera, la noche seguía su curso. Adentro, la habitación se llenaba de recuerdos y carcajadas.Y de fondo, la posibilidad de que mañana Emma los entierre por robarle sus gomitas seguía bien viva.Antes de que pudiera soltar otra anécdota más sobre cómo Emma casi me tiró un tenedor por decirle “cortita y al pie”, un estruendo bajó el ambiente como un balde de agua helada. Un grito seco, cargado de rabia, de esos que cortan el aire, se escuchó desde el fondo de la casa. Y era ella. Emma.Seguido, un golpe. Algo pesado. Después otro. Y más gritos.Liam fue el primero en reaccionar. Salió disparado de la habitación sin mirar atrás, bajando las escaleras corriendo. Mika y yo fuimos detrás, pero nos detuvimos al ver cómo Liam casi se estrella con su madre, Mireya, parada firme frente a la puerta del despacho.—¡¡¿Qué le ocurre a Emma?!! —soltó Liam sin aire, con los ojos como platos al escuchar otro estruendo adentro. Parecía que estaban destrozando el lugar.—Está... enojada —respondió su madre con una calma que parecía absurda, como si eso justificara el caos adentro.Intentó abrir la puerta, pero no se movió ni un centímetro.—Está bajo llave —agregó Mireya sin apartarse del marco —no puedes entrar.—¿Y te vas a quedarte ahí sin hacer nada? —insistió Liam, dando un paso más, pero ella le bloqueó el paso con el brazo, firme.—No es asunto tuyo hijo —dijo. Y aunque su voz era suave, la advertencia era clara. No insistas.Adentro seguían los ruidos. Gritos. Madera crujiendo. Vidrio, tal vez.Mika se acercó a mí, en voz baja.—¿Qué demonios está pasando?Yo solo negué con la cabeza, mirando la puerta como si con eso pudiera ver a través de ella.No sabíamos qué estaba ocurriendo, pero sí sabíamos algo: lo que fuera, no era normal. Y definitivamente, no era un simple berrinche.El sonido de la cerradura girando fue seco, como un disparo. La puerta del despacho se abrió de golpe y Emma salió como una tormenta desatada, los ojos encendidos, la mandíbula apretada, el cuerpo rígido como si contuviera algo que a duras penas lograba no explotar. No dijo nada. No gritó. No miró a nadie. Simplemente cruzó el pasillo con pasos duros y se dirigió al patio, como si necesitara aire… o espacio para no incendiar la casa entera.Mika no lo dudó ni un segundo y fue tras ella, sin siquiera preguntar.Unos segundos después, Darion Delacroix salió del despacho con esa misma expresión imperturbable de siempre, como si acabara de discutir el clima y no destrozar a su hija por dentro. Su saco estaba perfectamente en su sitio, ni un solo cabello fuera de lugar. Un contraste brutal con la energía que acababa de salir por esa puerta.—Ya le dije —soltó, sin mirar a nadie en particular.—¿Qué fue lo que le dijiste? —espetó Liam, firme, desafiante, con el puño apretado a cada lado del cuerpo.Darion lo miró sin inmutarse, con esa maldita frialdad que lo hacía parecer más un CEO de un imperio que un padre.—Que en su fiesta de cumpleaños… conocerá a los candidatos para su matrimonio.Y entonces, todo tuvo sentido.El temblor en las paredes, los gritos, los golpes, la furia incontrolable.La estaban vendiendo. Como si Emma fuera una pieza más del tablero empresarial Delacroix. Como si su vida, su voluntad y su libertad fueran negociables entre trajes caros y copas de vino tinto. Y para ella, que apenas estaba comenzando a construir su propia identidad fuera de las sombras, eso no era solo una traición. Era una sentencia.Silencio. Solo eso quedó cuando sus palabras se asentaron en el aire como veneno.Sin dar espacio para ningún tipo de réplica, Darion volvió a hablar con ese tono que no admitía discusión:—Ordena que arreglen mi despacho.Ni un rastro de emoción, ni siquiera molestia por el caos. Simplemente una orden más en su lista del día. Luego giró sobre sus talones y se marchó por el pasillo como si no acabara de incendiar a su hija.Mireya, su madre, lanzó una mirada rápida hacia la escena, sus labios apretados y los ojos cargados de una resignación silenciosa. Negó con la cabeza antes de girarse para irse, sin decir palabra.Liam fue el primero en reaccionar. Caminó hacia la puerta del despacho, ya sin llave.—Ares… —me llamó en voz baja. Apenas un susurro, pero con un peso denso, como si su alma entera estuviera colgando de esas cuatro letras.Lo seguí. Y apenas cruce el umbral, el silencio fue aplastado por el estado del lugar.Era una zona de guerra.Las sillas que antes estaban perfectamente alineadas junto al escritorio ahora estaban en una esquina, patas arriba, hechas trizas. Los cuadros que decoraban la pared estaban rotos, cristal y marcos astillados en el suelo. Dos de las bibliotecas habían sido volcadas, con los libros desparramados por todo el suelo, páginas arrancadas, lomos desgarrados. Una de las cortinas colgaba a medias, arrancada de un lado como si algo —o alguien— la hubiese atrapado en un arrebato.Y entonces lo vi.El mueble de roble.Un aparador macizo, hecho a medida, que requería al menos entre tres a cuatro adultos para moverlo sin romperse la espalda. Estaba no solo desplazado… estaba destrozado. Astillas por el suelo, una de las puertas hecha trizas, la madera partida por la mitad como si hubiera sido golpeada con una fuerza imposible.Ese tipo de mueble no se movía sin ayuda. Ese tipo de mueble no se rompía… a menos que la rabia fuera más grande que el cuerpo. Y Emma, bueno, no era exactamente corpulenta.Liam se quedó allí parado, mirando el desastre con una mezcla de culpa, dolor y algo más. Miedo. No a Emma… sino a lo que eso decía de lo que le pasaba por dentro. De cuánto tuvo que contener, durante años, para que hoy explotara así.Emma.La misma que apenas pasaba el metro sesenta, que se sonrojaba cuando le hacías una broma subida de tono, que comía gomitas como si fueran droga legal.Y sin embargo… era obvio que esto no era nuevo para ella.Salí sin decir nada. Ni una palabra a Liam, ni a nadie. Afuera la brisa había cambiado, como si el ambiente mismo se hubiera vuelto tenso. Vi su figura sentada en el césped junto a la fuente, lejos de todos, con los brazos alrededor de las piernas. Mika se mantenía cerca, sin hablarle. Como si supiera que no era momento para palabras.Me quedé en la sombra del marco, observando. Algo me decía que, si daba un paso más hacia ella, ya no habría vuelta atrás. Porque después de ver ese despacho… después de entender lo que había detrás de esa fiesta…Ya no podía verla solo como "la hermana de mi mejor amigo".