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CAPÍTULO 1 – El inicio del dios olvidado
Un vacío caótico.
Eso era lo único que me rodeaba.
¿Dónde estoy? ¿Dónde está mi cuerpo? ¿Estoy… muerto?
Bueno… ¿acaso importa?
Incluso la muerte, al final, no es más que otro vacío. Qué decepción.
Y, sin embargo… ¿por qué siento que mi forma no ha desaparecido?
¿Por qué existo como un fragmento de energía condensada… como si alguien me hubiera arrancado del tejido de la realidad y me mantuviera suspendido en esta absurda eternidad?
Este lugar es… extraño. No hay direcciones, ni arriba ni abajo. Todo cambia, se retuerce. Cada segundo se devora al anterior como si el tiempo estuviera en un ciclo enfermizo de autodestrucción. Es nauseabundo, desconcertante…
Pero no siento miedo.
No puedo.
Cuando era niño, me diagnosticaron una condición rara. Algo que devoraba mis emociones como este lugar devora las formas. Dolor, tristeza, alegría… palabras que no significaban nada para mí.
—Marco, es probable que no puedas vivir una vida normal —me dijeron una vez.
No la viví. Nunca sentí necesidad de afecto, ni compañía. Era como este lugar: vacío.
La única grieta en ese cascarón fue en el funeral de mi padre. Ver su cuerpo sin vida dentro de un ataúd… me dejó algo en el pecho. Una punzada leve. Algo que no supe nombrar.
Esa fue la primera y última vez que sentí algo.
Y ahora estoy aquí.
Muerto, supongo.
¿Entonces… por qué estos recuerdos?
Mi forma energética empezó a oscurecerse. El dorado que me cubría se fundió en negro, como si la Nada reclamara lo que nunca debió tener luz. Un negro que no reflejaba nada, que absorbía incluso las preguntas.
Cuando el último resplandor desapareció, lo entendí. No con palabras, sino con certeza pura, cruel y absoluta.
> Mi alma ha sido moldeada para adaptarse a un nuevo cuerpo. Estoy por reencarnar… y conservaré mis recuerdos.
¿No debería olvidarlo todo?
¿No es así como funciona?
Pero… aquí no hay normas. Solo caos.
Antes de poder procesar más, una oscuridad más densa me devoró. Me arrastró a lo profundo, a un no-lugar donde incluso pensar era un eco sin origen.
Perdí la conciencia.
No sé cuánto tiempo estuve perdido.
Pero cuando abrí los ojos…
Estaba en brazos de una mujer.
No era humana.
Su belleza era imposible. Luz maternal y tristeza inmensa se derramaban de su piel, de sus ojos, de su voz:
—Hades… Eres mi primer hijo varón, y lo lamento. No puedo detener a tu padre, Cronos.
Pero espero que sobrevivas. Sé paciente… algún día serás libre, y verás este mundo.
No fueron palabras de consuelo. Sonaban a despedida.
Me colocó sobre un altar frío. Inmóvil, pequeño, impotente.
Entonces, una voz retumbó, no en el aire, sino en el tejido mismo del mundo:
—¡¿Dónde está mi hijo, Rea?! ¡He venido por él!
Mis ojos grises —o los de este nuevo cuerpo— miraron hacia esa figura que rasgaba la distancia. Un titán. Enorme. Descomunal. Sostenía los cielos no como un peso, sino como parte de su ser. Cronos.
Sentí cómo mi frágil cuerpo se elevaba, flotando hacia él.
Me tomó en su palma. Me miró.
Y me tragó.
Así, sin ceremonia.
Así empieza el futuro dios del inframundo.
Devorado por su propio padre.
Qué ironía más absurda.
Otra vez, oscuridad. Otra vez, vacío. Pero esta vez… no estoy solo.
Mi sentido divino despertó sin que lo ordenara. Tres presencias flotaban conmigo.
Hestia. Deméter. Hera.
Mis hermanas.
No soy experto en mitología griega, pero sé lo suficiente.
Sus auras son débiles comparadas con la mía. No me sorprende. Hades es uno de los Tres Grandes. Junto a Poseidón… y Zeus.
Solo pensar en ese nombre…
Una punzada de asco me atraviesa. ¿Por qué?
Me sorprende. Me sobresalta.
Ah… ya entiendo.
Este cuerpo, este alma… están vivos ahora. Y sienten.
Demasiado.
Todo lo que reprimí en mi vida humana… se ha desbordado aquí.
Rabia. Asco. Rencor. Miedo.
Soy Hades.
El dios de la oscuridad. El futuro señor de los muertos.
Pero por ahora… solo soy un bebé tragado por un monstruo.
¿Qué se supone que haga?
Aún faltan siglos para que nazca Zeus.
Siglos encerrado en esta prisión estomacal que llaman titán.
Y sin embargo… ese nombre sigue dándome náuseas.
¿Por lo que sé de su futuro… o por algo más antiguo, más visceral, más grabado en el alma?
Mientras intento calmar esa repulsión, una corriente extraña me envuelve. Me penetra. Me fusiona.
Y una voz —sin forma, sin sexo, sin compasión— susurra en lo más profundo de lo que soy:
> El Vacío sonríe. Has sido marcado por la Nada.
Se te otorga una bendición: Recolección Primordial.
> Una vez por siglo, podrás reclamar algo perdido en el Caos y la Nada: esencia divina, sangre olvidada, armas sin nombre… lo que no pertenece a nadie… ahora te pertenece.
...¿Qué demonios?
¿Esto es el "dedo dorado"? ¿Una broma cósmica?
Al parecer, no basta con darme esta identidad maldita.
El universo me da poder.
Uno roto, peligroso.
Uno que me huele a trampa.
—…¿Puedo usarlo ahora? —pregunto mentalmente, por costumbre más que por esperanza.
> Puedes. El Vacío no tiene prisa.
Te ha sido concedido también un espacio sellado y una visión del estado de tu ser.
No es un menú. No es un juego.
Es un contrato. Una grieta en la realidad donde habita lo que no debería existir.
—Recolectar. —Dije la palabra con resignación.
Algo dentro de mí se vació. Algo se fue, como un hilo arrancado de mi esencia.
Y entonces… una respuesta, no un "ding", sino un eco:
> [El Vacío te concede: Energía Divina sin dueño. Fragmento de Dios menor.]
Energía divina…
No noto cambios en mi cuerpo. Claro. No se funde conmigo. Se guarda en ese espacio sellado…
Esperando que lo use.
La visión apareció ante mí. No letras flotantes. No interfaz.
Una cortina de oscuridad, sobre la que destellan nombres como heridas abiertas:
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Nombre: Hades
Energía Divina: Dios menor (pico)
Físico: Dios menor (bajo)
Afinidades: Oscuridad-Sombra, Muerte-Alma
Sellado: Energía Divina de Dios menor
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La energía no es mía. No aún.
Pero puedo usarla. Alimentarla.
Corromperme.
No es eso lo importante.
Lo importante es qué puedo llegar a ser con ella.
Aquí, los dioses no son todos iguales.
> Espíritu Heroico → Espíritu Divino → Semidiós → Dios Menor → Dios Medio → Dios Mayor → Dios Supremo → Rey Dios → Dios Primordial
Actualmente, solo uno es Rey Dios: mi padre, Cronos.
Y sobre él… aún están los Primordiales.
Quizá sobre ellos… solo el Vacío mismo.
Y ahora ese Vacío me ha puesto su marca.
No sé qué es más aterrador.
El futuro…
O que, por primera vez en dos vidas…
Estoy empezando a sentirme vivo.
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