El Ingreso

El viento soplaba con fuerza sobre la colina, sacudiendo los árboles que custodiaban los altos muros de la Academia Arclight. En lo alto de su torre central, ondeaba una bandera con el símbolo de un corazón llameante: el emblema de aquellos que manifiestan su alma como poder.

Entre la multitud que ingresaba por primera vez, un chico caminaba con paso lento, indiferente al bullicio a su alrededor.

—Tanta emoción por algo tan patético —murmuró con desprecio.

Naoya Sato, 16 años. Ojos afilados, cabello oscuro y revuelto, mirada como hielo. Había ingresado en el Grupo C, la clase de los "normales".

Pero no había nada normal en él.

No le interesaban las amistades, ni los sueños heroicos.

Solo había una razón por la que estaba ahí:

Volverse más fuerte. Más fuerte que todos. Más fuerte que él.

Mientras observaba la fachada de la academia, Naoya apretó los dientes.

—Todo esto... es algo realmente patético pero necesario.

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En otra zona del campus, rodeada de campos floridos y estructuras luminosas, los alumnos del Grupo A eran guiados hacia sus dormitorios. Voces emocionadas resonaban por todos lados, pero una en especial destacaba entre la multitud.

—¿Estás nerviosa, Lyra? —preguntó una compañera.

—No tanto —respondió con una sonrisa tranquila—. Aunque... supongo que esto es el inicio de algo grande.

Lyra Hale, 16 años. Ojos violáceos, cabello plateado atado en una coleta suelta. Había impresionado a los evaluadores con una de las notas más altas de ingreso. Pero no se comportaba como una prodigio arrogante.

Ella no buscaba fama. Ni poder.

Solo quería ayudar a los demás... y entender su propio destino.

Al pasar frente a una estatua de antiguos héroes, una extraña energía le recorrió el cuerpo. Un susurro imperceptible cruzó su mente, como si el mundo le estuviera diciendo algo.

Lyra miró al cielo, serena.

—Estoy lista.

El timbre que anunciaba el inicio de clases resonó por todo el campus. Alumnos de todos los grupos se desplazaban por los amplios pasillos de la Academia Arclight, algunos nerviosos, otros emocionados, y unos pocos, indiferentes.

Naoya caminaba en silencio, con las manos en los bolsillos y la mirada fija al frente. Su aura era distinta al bullicio que lo rodeaba: fría, firme, como si ya supiera que no pertenecía ahí... o más bien, como si le diera igual.

En una curva del pasillo, giró sin prestar atención y chocó ligeramente con alguien.

—Ah, lo siento —dijo una voz femenina, dando un paso atrás con una leve inclinación de cabeza.

Naoya la miró apenas, con gesto impasible.

Era Lyra Hale. Su cabello plateado brillaba bajo la luz del techo, y sus ojos violáceos parecían examinarlo... pero su expresión cambió un instante.

Como si algo invisible la envolviera.

Una presión leve, una presencia densa.

No era asesina ni hostil. Solo... distinta. Como si su alma hablara un idioma que ella no conocía.

Lyra titubeó, no por miedo, sino por una sensación que no sabía cómo explicar.

—¿Tú eres... del Grupo A? —preguntó con ligera duda, notando su porte desafiante.

Naoya arqueó una ceja.

—C —respondió seco, sin interés.

—Oh —parpadeó, un poco sorprendida—. Supongo que eso no importa mucho, ¿verdad?

—No, no lo hace.

Naoya se alejó sin decir más. No había vuelto a verla ni por un segundo.

Lyra lo observó irse, pensativa.

Había algo extraño en él. Algo que no encajaba con ese grupo, pero tampoco con los típicos prodigios.

Y aunque no lo sabía aún, ese encuentro sería solo el primero de muchos más.