Reflejo

El reloj marcaba 02:42.

—¿Crees poder seguir el ritmo? — Bromeo rem con una sonrisa en su cara

Ella apenas tuvo tiempo de girarse. Un puño recto le impactó en la mandíbula, obligándola a retroceder con torpeza varios pasos antes de recuperar el equilibrio. Alzó la mirada, perpleja, y lo vio sonriendo a pocos metros, como si hubiese estado ahí desde el principio.

—¿Otra vez? Es demasiado rápido— Pensó Lyra incorporándose

Rem se balanceó ligeramente hacia los costados, relajado, como si estuviese en una caminata por el parque.

—¿Te molesta si vamos improvisando? —bromeó.----

Lyra no respondió. Cerró los ojos un instante. Respiró hondo. Sabía que si bajaba la guardia por más de un segundo, volvería a desaparecer.

Mientras tanto, en el extremo oeste del mapa...

—¡Mira eso! —gritó Mina mientras deslizaba su mano por su frente y lanzaba una pequeña gota de sudor como si fuese un proyectil.

Isamu levantó el brazo instintivamente. La gota rebotó en una barrera invisible, desviándose hacia una pared cercana, donde explotó con un leve zumbido eléctrico.

—¿Qué fue eso...? —murmuró, retrocediendo un paso.

—¿No lo sabías? —dijo Mina, juguetona—. Mi sudor es un conductor biológico. Y lo puedo hacer estallar si quiero.

Volvió a moverse con velocidad, dejando un rastro de pequeñas gotas tras ella.

Isamu no se quedó quieto. Al ver venir otro proyectil, activó su habilidad: el aire frente a él pareció vibrar. La gota se desvió repentinamente en una dirección completamente distinta, chocando contra una farola simulada.

Pero el sudor seguía cayendo.

Y en el centro de la ciudad…

Alicia dio un paso al frente.

Naoya también.

—¿Y bien? —dijo ella, ajustando los guantes y los lentes—. ¿Vas a quedarte parado o piensas hacer algo?

—Estoy pensando —respondió él, sin moverse.

—¿Pensando en qué?

—En cuántos hilos vas a usar primero.

La ceja de Alicia se arqueó.

—Interesante. Ya hiciste tu tarea.

Naoya ladeó la cabeza apenas.

—Suficiente para saber que vas a hacerme perder el tiempo antes de usar algo serio.

—¿Y eso te molesta?

—Me molesta desperdiciar oportunidades.

Los dos se movieron al mismo tiempo.

Sector Este – Segundo Nivel, azoteas

Lyra giró bruscamente al sentir una brisa repentina detrás suyo.

Pero no llegó a ver nada.

Un golpe seco impactó su costado, lanzándola contra una pared metálica. Apenas logró formar una barrera telequinética parcial antes del golpe, reduciendo el daño.

—Tsk… —gruñó mientras se incorporaba, sacudiéndose el polvo de los hombros.

Rem apareció unos metros más adelante, girando su cuello con un leve crujido.

—Perdón por no avisar… me gusta hacer las cosas con estilo —dijo con una sonrisa casual.

Pero por dentro, fruncía el ceño.

—No debería andar tan descuidado. Esto no es solo una demostración... es una evaluación. Cada salto cuenta.

Lyra no respondió. Levantó una barra suelta del suelo con su poder y la lanzó como proyectil. Rem volvió a desaparecer justo antes del impacto y reapareció a su izquierda, a unos cinco metros.

—Buen intento —comentó, más serio esta vez.

Desde la sala de observación, Kaien observaba atentamente el enfrentamiento.

—Su habilidad es de desplazamiento corto… pero no ilimitado —comentó para sí—. No puede seguir ese ritmo para siempre.

Valeria asintió con los brazos cruzados.

—Y Lyra ya empezó a notar el patrón.

En el campo, Lyra respiró profundo. Estaba concentrada, inmóvil.

—No puedo igualar su velocidad, pero... si adivino su siguiente movimiento, puedo minimizar el daño.

Cerró los ojos por un instante. Su campo telequinético se expandió de forma sutil. No era ofensivo, solo perceptivo. Empezó a “sentir” el entorno: el viento, los cambios mínimos de presión en el aire, los movimientos fuera de su campo visual.

—Un salto más a mi punto ciego, y podré...

Rem apareció justo detrás de ella, pero esta vez la reacción fue distinta.

¡Boom!

Una onda telequinética lo empujó hacia atrás antes de que pudiera golpearla.

Aterrizó con dificultad, resbalando en el suelo arenoso.

Se tocó el pecho, sorprendido.

—Me está leyendo… —murmuró, entre divertido e impresionado.

—No es solo hábil… también es peligrosa.

Lyra, sin bajar la guardia, sostuvo su postura.

—Si intentas lo mismo siempre, no va a funcionar —dijo sin más.

Ambos sabían que estaban jugando ajedrez a alta velocidad.

Y solo uno podría mantener ese ritmo por mucho tiempo.

Sector Central – Calle principal

—¿Eso es agua? —preguntó Isamu mientras se deslizaba hacia un costado, esquivando por poco una salpicadura brillante.

Mina bajó del poste donde estaba y aterrizó con ligereza. Su frente sudaba ligeramente, pero no parecía agotada.

—Sudor, para ser exactos. Controlo la viscosidad, dirección y forma —comentó con una sonrisa mientras agitaba los dedos—. Técnicamente, podría usarte como un pincel humano si sudo lo suficiente.

Isamu frunció el ceño.

—Demasiada información.

Ella lanzó un chorro en espiral hacia sus pies, intentando limitar su movilidad. Pero en un instante, Isamu flexionó las piernas y desvió el ataque con una onda invisible que alteró la dirección del líquido.

Mina parpadeó.

—¿Qué…? ¿Fue suerte?

—No lo sé. ¿Quieres probar de nuevo?

Otra descarga de gotas vino en su dirección. Esta vez, Isamu desvió dos en ángulos opuestos. Pero se notaba el esfuerzo en sus gestos, en su respiración cada vez más profunda.

—Solo puedo repeler cosas dentro de un radio de cinco metros… y cada impulso me cuesta energía… no puedo abusar de esto.

Mina no lo presionaba demasiado. Probaba. Medía.

—Él no es ofensivo, solo defensivo… si lo obligo a usar demasiado su poder, ganamos por desgaste.

Valeria, en la sala de control, murmuró:

—La pequeña Mina… aprendió a leer oponentes. Nada mal.

Kaien sonrió. Minami, detrás, observaba a Isamu con curiosidad.

—Ese chico… ¿no les parece que tiene buen juicio para ser tan reservado?

El director, hasta entonces en silencio, se acercó.

—Todos ellos tienen potencial. Algunos aún no lo saben.

Y luego, mientras miraba otra pantalla, agregó:

—Aunque este… ya lo sabía.

Se refería a Naoya.

Sector Oeste – Cerca de la torre central

Alicia y Naoya caminaban en círculo, sin prisa. Ambos medían al otro con la mirada.

—Eres muy analítico no es así? —dijo ella, ajustando sus guantes y el puente de sus lentes —Otra persona ya hubiera atacado al verme con la guardia baja

—¿Entonces bajas la guardia esperando eso no? —Contesto Naoya — hace un rato te vi jugando con tus hilos, supongo que solo querias aparentar un poco.

—¿Aparentar? —Alicia arqueó una ceja y esbozó una sonrisa sutil—. No subestimes lo que parecen simples movimientos. Cada hilo tiene un propósito, aunque aún no lo sepas.

Naoya dio un paso adelante, manteniendo la distancia justa para que sus movimientos no fueran previsibles.

—Entonces enséñame ese propósito —replicó con frialdad—. Pero no esperes que me quede quieto mientras juegas.

Ella se acomodó los lentes una vez más, respiró profundo y comenzó a mover los dedos con mayor rapidez, haciendo que los hilos vibraran en el aire, preparándose para un ataque más serio.

Naoya apretó los puños, sintiendo cómo la energía recorría su cuerpo. Sin previo aviso, levantó la mano y lanzó un corte al aire. El viento cortante surcó el espacio, desviando uno de los hilos con precisión.

—Es la primera vez que uso esta técnica —pensó, observando la reacción de Alicia.

Ella retrocedió un paso, evaluando rápidamente la novedad.

—No está mal —admitió con una sonrisa ladeada—. Pero no creas que eso es suficiente.

Ambos siguieron caminando en círculo, la tensión en el ambiente palpable, esperando el siguiente movimiento, cada uno intentando adivinar las intenciones del otro.

Alicia frunció el ceño, pensativa, intentando que Naoya bajara la guardia para engancharlo con sus hilos. Pero aunque él caminaba con serenidad y parecía vulnerable, estaba alerta. No solo la estaba midiendo, la estaba estudiando, analizando meticulosamente cómo funcionaba su poder.

De repente, Naoya liberó su aura, una pequeña presión de su alma que se expandió apenas en el ambiente.

Alicia reaccionó instintivamente de la misma forma, creyendo que él solo buscaba aparentar, pero entonces notó una sonrisa de satisfacción en Naoya, como si hubiese cumplido algún propósito oculto.

La sonrisa en el rostro de Naoya no era casual. Ese leve choque de aura era más que una simple muestra de fuerza.

Sin perder tiempo, dio un paso adelante y con un movimiento fluido, lanzó un corte al aire con su brazo derecho. La energía cortante del filo invisible se deslizó con precisión quirúrgica hacia Alicia, quien apenas tuvo tiempo para reaccionar.

Alicia frunció el ceño, esquivando con agilidad el corte, pero ahora entendía que Naoya no era solo un rival frío: estaba dispuesto a usar todo lo que tuviera para ganar.

Naoya volvió a medirla un instante, observando cómo Alicia flexionaba sus dedos, preparándose para lanzar sus hilos resistentes. Su mente calculaba, buscando el momento exacto para golpear con la fuerza justa, sin desperdiciar energía ni exponer puntos débiles.

Alicia, por su parte, no bajaba la guardia. Sabía que un enfrentamiento directo con Naoya sería peligroso. Por eso, comenzó a lanzar finos hilos desde sus dedos, que serpenteaban por el aire con una velocidad silenciosa, buscando atraparlo o limitar sus movimientos.

—No puedo dejar que se acerque —pensó Alicia, ajustándose los lentes con un movimiento rápido—. Si me deja cerca, pierdo.

Naoya reaccionó con rapidez, esquivando uno a uno los hilos, pero también usaba su aura para anticipar cada movimiento. Su cuerpo se movía con la calma y precisión de quien ha vivido peleas donde un error significa dolor.

De repente, Alicia lanzó un ataque más agresivo: un grupo de hilos gruesos que se dirigían como látigos hacia sus piernas, intentando inmovilizarlo.

Naoya saltó hacia atrás, esquivando por poco, y lanzó un corte horizontal con su aura al aire. La ráfaga cortante deshizo algunos hilos, pero otros lograron rozarlo, provocando un leve corte en su brazo.

Un pequeño dolor que activó un mecanismo automático en su mente: seguir presionando antes de que la herida se agrave.

—Tengo que hacer que pierda la calma —pensó—. Ella se basa en el control y el cálculo, un error mental es su peor enemigo.

Con un movimiento veloz, Naoya avanzó y lanzó un corte vertical que no buscaba dañar, sino romper la concentración de Alicia al forzarla a reaccionar rápido.

Ella dio un paso atrás, sus lentes reflejaron la luz del sol mientras fruncía el ceño.

—No eres un oponente común —murmuró—. Pero tampoco creas que te dejaré ganar.

Alicia retrocedió unos pasos más, manteniéndose fuera del alcance directo. Sus dedos se movieron con precisión quirúrgica, guiando varios hilos finos que ahora flotaban en el aire, esperando el momento exacto para atacar. Naoya los seguía con la mirada, atento.

—Solo tengo que mantenerlo controlado hasta que acabe el tiempo —pensó Alicia, entrecerrando los ojos—. No necesito derrotarlo, solo evitar que avance.

Con un gesto firme, todos los hilos se dispararon a la vez, como una red de cuchillas brillando a contraluz. Un despliegue total de su habilidad.

Naoya apenas se inmutó. No esquivó ni retrocedió. Se mantuvo en su lugar hasta el último segundo.

—Justo lo que buscaba —pensó con una ligera curva en los labios.

Los hilos lo envolvieron, sujetando sus brazos, piernas y torso con una fuerza inesperada. Un leve crujido resonó al tensarse contra su ropa. Alicia no dejó espacio para la duda: lo había atrapado por completo.

—No importa cuánta fuerza tengas —dijo ella con voz fría—. Mis hilos se tensan con el movimiento. Cuanto más luches, más difícil será liberarte.

Naoya bajó la cabeza. Su respiración era constante, firme.

—Entonces veamos si eso es cierto —susurró.

Comenzó a forcejear. No con desesperación, sino con intensidad creciente. Primero flexionó los brazos, luego giró el torso. Cada movimiento hacía vibrar los hilos, tensándolos aún más.

Alicia apretó los dientes. Las yemas de sus dedos temblaban ligeramente, pero no cedió. Elevó su energía al máximo, haciendo que cada hilo brillara con más intensidad, respondiendo a la exigencia.

—No puede soltarse. No debería poder… —se dijo, aumentando la concentración—. Vamos, solo un poco más…

Pero Naoya no se detenía. Su cuerpo ardía con presión creciente. El aura brotaba alrededor suyo, creando un halo de tensión y fuerza bruta. El suelo bajo sus pies crujía.

Alicia lo sintió.

—Está intentando… ¿romperlos a la fuerza? ¿En serio?

Los hilos vibraban como cuerdas tensadas al límite. Ella mantuvo el control, liberando más energía, activando al cien por ciento su habilidad.

En ese instante, Naoya alzó la cabeza. Sus ojos brillaban con una chispa distinta.

—Así que este es tu máximo…

Las condiciones estaban completas.

Y aunque nadie lo supiera, un cambio silencioso se había activado en su interior.

Los hilos vibraban con una intensidad aguda, como si el aire mismo se cortara alrededor de Naoya. Alicia mantenía el control, concentrada al límite. Cada músculo de su cuerpo respondía al esfuerzo de mantenerlo sujeto.

—No cede… pero tampoco contraataca —pensó—. ¿Qué está haciendo?

Entonces sintió un leve tirón.

Inesperado.

Ajeno.

Apenas perceptible, pero suficiente para hacerla vacilar.

—¿Qué fue eso?

Miró hacia abajo. Un hilo delgado, casi idéntico a los suyos, se deslizaba a ras del suelo… directo a su talón.

—¿Eso es… mío? No. No es uno de mis hilos…

Antes de que pudiera reaccionar, el hilo se tensó con una precisión quirúrgica.

—¡Tsk!

Alicia perdió el equilibrio, cayendo de lado. No fue un golpe fuerte, pero el control sobre sus hilos se quebró por un segundo.

Un segundo que bastó.

Naoya se liberó de la red. Los hilos se rompieron en el acto, cediendo ante la fuerza liberada y la falta de coordinación.

Alicia rodó sobre el suelo y se incorporó en un movimiento ágil, retrocediendo un par de pasos. Su respiración estaba agitada.

—Ese hilo… eso fue… imposible.

Naoya dio un paso al frente, girando su muñeca con lentitud. De su dedo índice colgaba un hilo único, vibrante, exactamente igual a los que usaba Alicia. Lo tensó ligeramente, como probando su resistencia.

—Interesante técnica —dijo con frialdad—. Difícil de dominar… pero no imposible.

Alicia lo miró con ojos muy abiertos.

—¿Qué… hiciste? ¿Cómo…?

Naoya no respondió. Dejó que el hilo se deshiciera entre sus dedos y volvió a adoptar una postura neutral.

No hacía falta explicar nada.

El daño ya estaba hecho.