Después de recibir la terrible noticia, Thomas se encontró sumido en un mar de emociones. La tristeza y el dolor parecían querer consumirlo, pero una noche, mientras dormía, tuvo un sueño vívido que lo llenó de una extraña calma.
En ese sueño, vio a su abuela y a su familia, no con tristeza, sino rodeados de luz y paz. Ella le habló con voz suave y firme:
—Thomas, no temas. Lo que has vivido es parte del camino que Dios ha trazado para ti. Confía en Él y en la fuerza que llevas dentro. Tu misión es grande, y no estás solo.
Al despertar, Thomas sintió que algo en su interior había cambiado. La visión le dio esperanza y una renovada determinación para seguir adelante, a pesar de las adversidades.
Compartió su experiencia con sus amigos del seminario, quienes lo apoyaron y lo animaron a confiar en esa guía espiritual.
Desde ese momento, Thomas comprendió que su camino no solo estaría marcado por pruebas, sino también por señales y fuerzas invisibles que lo acompañarían siempre.