Tras las experiencias vividas en la misión pastoral, Thomas comenzó a comprender que el camino hacia el liderazgo espiritual no estaría exento de sacrificios y pruebas profundas. La responsabilidad de guiar a otros requería no solo fe, sino también una fortaleza interior que se forjaba en medio de las dificultades.
En el seminario, nuevas tareas y responsabilidades le fueron asignadas, y con ellas, la oportunidad de demostrar su capacidad para cuidar y apoyar a sus hermanos en la fe. Sin embargo, no todo fue fácil: enfrentó críticas, incomprensiones y momentos de soledad que lo hicieron cuestionar su fortaleza.
Una tarde, mientras meditaba en la capilla, recordó las palabras del apóstol Pedro sobre el ministerio y el sufrimiento: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 Pedro 5:2-3).
Estas palabras resonaron en su corazón y le dieron un nuevo impulso para continuar, consciente de que el verdadero pastor es aquel que sirve con humildad y entrega, aún en medio de las pruebas.
Con esta convicción, Thomas se preparó para enfrentar los desafíos que le esperaban, decidido a ser un líder que no solo enseñara con palabras, sino que viviera con el ejemplo y el amor hacia su pueblo.