[P1] PROLOGO: Nunca me es suficiente…

(27/12/2030 - 06:18AM)

Un automóvil azul marino de esos que ya pasaron por demasiadas manos, con cicatrices y secretos adheridos a cada centímetro de pintura resquebrajada; atraviesa tres cuadras en apenas seis segundos, con el tembloroso bramido de un motor que parece contar chistes muy malos a los pistones, se esfuerza por no llamar la atención, pero de manera innecesaria el destino es un traidor: el chillido de las viejas llantas y un sonido metálico proveniente del cofre delatan su presencia. Adentro se encuentra el copiloto, no espera, claramente es el conductor, un chico de unos 19 años que luce con los nervios a carne viva, en su mano al volante la uña de su dedo índice raspa la uña del pulgar y su corazón golpea al punto de parecer que está por salirse de su pecho.

Al aproximarse al destino, reduce la velocidad, busca un sitio para esconderse del mundo (estacionamiento, más fácil), o al menos del vigilante que acaba de recibirlo, y apaga el motor, que le responde con un suspiro resentido. Permanece unos segundos en el interior, coleccionando el coraje suficiente para lo que viene, por ahora rodeado por el aroma del sudor, miedo y un casi imperceptible ambientador de pino por lo viejo que es (más específicamente venía con el auto y él lo tiene hace un año ya).

Finalmente, tras ese breve instante cargado de respiraciones contenidas, se estira como una goma a tal punto que parece estar por romperse, y quien para juzgar, desciende del auto. Sus pasos, que en los primeros segundos eran firmes y decididos, ahora se han vuelto tímidos, cautelosos, casi infantiles; en un parpadeo el suelo parece desaparecer y ahora camina entre sus pensamientos, preguntas y que no se queden atrás sus nervios ante la mirada caprichosa del universo, que ha decidido moverse en cámara lenta. Cada detalle del entorno: la luz moribunda de una farola, el leve crujido bajo sus zapatos gastados, todo conspirando para darle la impresión de que el tiempo se ha detenido y ahora claro, la entrada burlona se aleja tres pasos por cada uno que logra dar.

Sin embargo, de manera inesperada y rozando lo absurdo, la punta de sus dedos se encuentran rozando la agarradera metálica de la puerta; un pequeño chisporroteo de electricidad estática lo sacude y suelta la manija con un respingo que sería cómico si no fuera tan patético, pero decidido a no dejarse vencer ni siquiera por la mismísima física elemental, aprieta los dientes, se aferra a la fría agarradera y abre la puerta de un tirón.

Aun afuera, el hombre cuyo nombre aún no merece ser revelado, obligándolo a vivir con la identidad desenfocada en esta novela barata… el respira hondo, antes de avanzar sus dedos vuelven a ejecutar involuntariamente esa común danza frenética: la uña del índice raspando la uña del pulgar, una y otra vez, como se dijo antes, una acción de la que él nunca se ha percatado, pero es una costumbre más vieja de lo que se podría imaginar y por supuesto tan inútil como la felicidad en un día lunes.

Da un último suspiro, como si se despidiera de lo poco que… se le esté por agotarse… da el primer paso hacia el interior. Al cruzar la puerta lo recibe rápidamente el bullicio enérgico pero apagado (qué raro) del lugar, y con él lo más parecido a un chico de su edad que uno puede encontrar en esos lugares… donde la juventud parece ser secuestrada…. lástima qu

-¡JAJAJA! ¡¿Qué pasa, JR?! ¡¿Demasiadas energías hoy, o qué?! – La voz de Bobby le sorprende como cuando cae un petardo a la mitad del minuto de silencio de un velorio, por más que lo haya visto abrir la boca desde donde está parado y ya le es costumbre su tono insolente, rebosante de una alegría molesta y, peor aún, ¡ES GENUINA!.

- Buenos días para ti también… Bobby – Responde con cortesía fingida, mientras observa con deleite esos milisegundos donde a este se le borra la sonrisa al llamarlo por el apodo que al igual que él, no eligió, pero no pueden hacer nada al respecto para alterarlo… por el bien de sus vidas. Le dedica una media sonrisa mientras le pasa por un costado, como quien ya ha perfeccionado el arte de evitar proyectiles al tiempo que piensa que la vida está llena de personas a las que uno debe soportar por contrato; una vez a sus espaldas se le derrite el lado angelical mientras camina hasta el otro lado de la sala, se hace evidente que Bobby le ha absorbido de un solo sorbo el poco humor que no traía consigo; tomándose un descanso de lamentos, finaliza su camino, de pie frente al pequeño escritorio, un rincón más triste que privado, pero suyo al fin de cuentas, alcanza la silla y toma asiento.

Mientras pasa el tiempo Intenta parecer profesional e invisible, se concentra en tratar de escuchar de manera discreta lo que necesita cada que se acerca alguien a la recepción, pero con su alrededor es imposible, en especial Bobby, por supuesto ambos confabulados para no dejarlo. Su mente afilada por el insomnio, resultado de miles de tormentos se mezclan con el zumbido del ventilador, un eco molesto de un teclado que teclea como si buscara descifrar un código secreto y la risita idiota de Bobby, espera… maldito, esos dos últimos irritantes provienen del mismo lugar.

Sus dedos incapaces de encontrar reposo, siendo parte del entorno que no lo deja escuchar, todo parece hacerse más fuerte y molesto, el tiempo se acelera, le corta la respiración… Finalmente se rinde, exhala y se pone de pie; se encamina al garrafón de agua, convencido de que tiene sed, las primeras dos ocasiones es cierto, pero en la tercera se da cuenta, reconoce el patrón involuntario, creó una excusa para acercarse a la recepción.

Allí se detiene a beber con una lentitud ridícula, estirando cada trago como si el agua tuviera la capacidad de eliminar problemas, espera… no importa, nada elimina los problemas de este chico. En una de esas incursiones siente el impacto de una gran bola de papel perfectamente aterrizada contra su nuca; ni siquiera necesita girar para adivinar el origen, pero la irritación lo obliga a mirar, un Bobby burlón lo recibe, sonriendo, él quien sabe muy poco de sí mismo y demasiado del resto.

- ¡Ey, idi... JR, pareces sediento! No me digas que bebiste anoche – Lanza con esa chispa de malicia, mirando a su alrededor en busca de público, la juventud, la ignorancia y la estupidez en persona.

- No, claro que no – Responde fugazmente, intentado no dar cuerda a más conversación; aunque esté mintiendo, su mente se alarma, POR SUPUESTO QUE HA BEBIDO… ¿COMO NO LO HARÍA DESPUÉS DE LO QUE SUCEDIÓ?... su mente se apacigua, porque ese no es el motivo por el que ahora vaciaría cada garrafón del lugar, de ser necesario.

Frente al dispensador la mente de JR se desconcentra, divagando entre dos tiempos: el pasado, hace unas cinco horas, donde se encontraba bajo el alcohol y los fantasmas; y el presente, con el sabor a papel mojado sobre la boca, meditando con una seriedad absurda de un superhéroe oscuro lleno de desgracias, el titánico sacrificio de beber gota por gota de esos garrafones, con tal de obtener lo que quiere.

Y es entonces, sin aviso previo - …[NOMBRE CENSURADO] - escucha un nombre, apenas unas cuantas palabras que sobresalen sin gracia en un murmullo desde recepción, pero afiladas para JR, es su señal, la pista por la que había estado simulando sed desde hace unas dos horas, esa que por poco lo hace escupir el agua en un estallido patético (pero cómico), y con la dignidad colgando de un hilo, intenta reprimir el impulso, pagando el precio: una tos seca y torpe que se le escapa por la garganta.

Todas las cabezas irremediablemente seducidos por la escena, se giran hacia él. Bobby, por supuesto, no deja pasar la oportunidad para estallar en una risa grotesca, mitad carcajada, otra mitad ladrido. JR se endereza de golpe, sintiendo el rubor subirle al cuello ante la presión de miradas curiosas, la recepcionista arquea las cejas con la sorna de quien lo ha visto todo, la de él, él y… no puede ser, por su puesto debía ser “ESA” persona de máxima autoridad, que no debería estar viéndolo hacer el ridículo, ese hombre importante siempre bañado en colonia rancia, licor barato y puros… ridículamente caros, pero no se puede tapar su mirada con un dedo, aquella que juzga y evalúa.

- L-lo siento, c-creo que ya fue demasiada agua - Balbucea, con la voz fracturada y una sonrisa nerviosa que apenas logra sostener antes de estrellarse contra el suelo de la realidad. Mira el vaso ahora arrugado entre sus manos, ahora recuerdo de su dignidad perdida, sin dudarlo lo lanza al bote de basura con una puntería digna de quien entierra secretos, deseando que el ruido del vaso al caer lo borre del centro de atención.

Con el orgullo hecho añicos regresa a su escritorio, caminando lo más despacio posible para no tropezar, para no existir, y ya ahí el tiempo se despliega en una pausa incómoda, de esas que parecen durar toda una vida. Se detiene frente a su pequeño espacio, de espaldas a la recepción, con la piel erizada y la mente revuelta por la vergüenza, justo en el momento oportuno, porque ahora es la voz de la recepcionista el que le taladra la mente - A, si, [NOMBRE CENSURADO], aquí está [INCOMPRENSIBLE], recién impreso - Resuena apenas filtrado exitosamente entre el ruido, pero con suficiente claridad para sacarlo de su confusión, nuevamente, su objetivo, ese nombre…