En lo más profundo del Bosque de las Sombras, a las afueras de Pueblo Eclipse, dos figuras encapuchadas caminaban lentamente entre los árboles retorcidos y sus sombras parecían cobrar vida propia. Las capas oscuras ondeaban en el viento frío de la noche, ocultando sus rostros y sus intenciones, uno de ellos era un hombre alto y delgado, con ojos tan azules como el hielo y cabello negro como la noche. Se llamaba Hil y era otro poderoso mago de la luz, conocido por su valor en las batallas. A su lado caminaba Irouz, una mujer de cabello rojo como la sangre y ojos verdes como las esmeraldas, experta en el arte de la alquimia y la manipulación de las sombras.
Ambos se dirigían a la entrada de Pueblo Eclipse, la misteriosa ciudad donde la luz y la oscuridad se fundían en una extraña armonía. Circón y Granat habían recibido un mensaje urgente de Rubí y Perla, las guardianas de la ciudad hada, quiénes les habían informado sobre la llegada de una nueva aliada que podría cambiar el destino de Pueblo Eclipse para siempre. La hermana de Isadora había llegado al pueblo, una mujer enigmática y peligrosa cuyo poder residía en el veneno y las sombras. Se llamaba Irouz y su presencia había despertado sospechas y temores entre los habitantes de Pueblo Eclipse. Nadie sabía a ciencia cierta cuáles eran sus intenciones, pero Circón y Granat estaban dispuestos a descubrirlo.
Al llegar a la entrada de la ciudad, fueron recibidos por Rubí y Perla, dos mujeres guerreras con armaduras plateadas y ojos brillantes como estrellas. Habían sido compañeras de batalla de Circón y Granat en numerosas ocasiones de Gigantes y Titanes, y juntos formaban un equipo formidable capaz de enfrentar cualquier desafío. — Gracias por venir tan rápido —, dijo Rubí con una mirada de preocupación en sus ojos. — La presencia de Irouz en Pueblo Eclipse es una amenaza que no podemos ignorar —, concluye Perla.
— Estamos listos para enfrentar cualquier peligro que se presente —, respondió Circón con valor. — ¿Dónde se encuentra la hermana de Isadora? —. Perla señaló hacia el centro de la ciudad, donde una figura oscura se recorta contra el resplandor de la luna. Irouz estaba de pie en medio de la plaza principal, con una corona elaborada en su cabeza que brillaba con un fulgor misterioso. — Esa es la Corona de la Sabiduría —, murmuró Granat con asombro. — Dicen que otorga poderes inimaginables a quien la posee. Debemos asegurarnos de que no caiga en manos equivocadas. — finalizó.
Sin perder un instante, Circón y Granat se dirigieron hacia Irouz, con Rubí y Perla siguiéndoles de cerca. La hermana de Isadora los observó con una sonrisa enigmática en su rostro, su mirada llena de un brillo malicioso que hizo temblar a los presentes. — ¿Qué hacen aquí, intrusos? —, preguntó Irouz con una voz suave pero llena de peligro. — La Corona de la Sabiduría me pertenece y no permitiré que nadie se interponga en mi camino —.
Circón se detuvo frente a ella, con los ojos fijos en la corona que brillaba en su cabeza. — No sabemos cuáles son tus verdaderas intenciones, Irouz —, dijo con calma. — Pero no permitiremos que utilices ese poder para sembrar el caos en Pueblo Eclipse —. Irouz soltó una risa fría y despectiva. — ¿Y qué piensan hacer al respecto? —, preguntó con desdén. — Soy más fuerte de lo que puedan imaginar y la corona me otorga un poder inmenso. No podrán detenerme. —.
En ese momento, una onda de energía oscura emana de Irouz, envolviendo a Circón, Granat, Rubí y Perla en una niebla venenosa que les nubló la vista y les debilitó las fuerzas. La hermana de Isadora avanzó hacia ellos con paso firme, con la corona resplandeciendo en su frente como una luz maldita. — ¿Es así como piensas derrotarnos? —, preguntó Circón con voz entrecortada, luchando contra la influencia del veneno. — No subestimes el poder de la amistad y la lealtad, Irouz. Juntos somos más fuertes de lo que crees. — concluye Circón.
Irouz frunció el ceño, sintiendo cómo su control sobre los intrusos se desvanecía lentamente, la luz de la luna brillaba sobre ellos, disipando la niebla venenosa y devolviéndoles la fuerza y la rapidez de los poderes. — ¡No permitiré que te salgas con la tuya, Irouz! — gritó Granat, levantando sus manos en un gesto de poder. Un bloque de hielo gigante salió de sus dedos, golpeando la corona en la frente de la hermana de Isadora y haciéndola tambalearse.
Circón aprovechó la oportunidad y se abalanzó sobre Irouz, arrebatándole la corona de la sabiduría con un movimiento rápido y preciso. La luz brillante se apoderó de la plaza, iluminando cada rincón de Pueblo Eclipse con un resplandor dorado que disipó las sombras y el veneno. Irouz cayó de rodillas ante sus oponentes, derrotada y despojada de su poder. Miró a Circón, Granat, Rubí y Perla con una mezcla de sorpresa y resignación en sus ojos. — No puedo creer que hayan logrado vencerme —, murmuró en voz baja. — Pero la corona no era más que un artilugio sin valor para mí. Mi verdadero poder reside en algo mucho más oscuro y letal. —. — Y tú Hil… no hiciste nada para ayudarme. — finiquita Irouz.
Antes de que pudiera hacer algo más, Irouz desapareció en una nube de sombras, dejando atrás solo el eco de sus palabras y el brillo de la corona en manos de Circón. Los habitantes de Pueblo Eclipse se reunieron en la plaza, agradeciendo a sus valientes protectores por haber salvado la ciudad una vez más. Circón, Granat, Rubí y Perla se abrazaron en un gesto de camaradería y triunfo, sabiendo que juntos habían logrado superar un desafío formidable. — La Corona de la Sabiduría está a salvo una vez más —, dijo Circón con una sonrisa de satisfacción. — Pero debemos permanecer vigilantes, pues nunca se sabe cuándo un nuevo enemigo pueda amenazar otra vez nuestra paz. —
Continuará…