Prólogo – El ritual de las lágrimas negras

La primera gota de sangre negra cayó sobre el pergamino, y el universo contuvo el aliento.

Ereos antes llamada Aether, la Sin Nombre apretó el cuchillo de hueso contra su palma. Las runas talladas en sus brazos ardían con el mismo fulgor violeta que sus ojos, mientras recitaba las palabras que ningún ser humano debería pronunciar:

— “Þanir’is älithir, Qel’vethra valür…”

El suelo tembló. Los espejos rotos que colgaban del techo reflejaron algo que no estaba allí: una criatura de tentáculos y párpados múltiples, susurrando en una lengua de estrellas agonizantes. Era el Dios de las Puertas, y había aceptado su ofrenda.

—Dame una hija

exigió Ereos, clavando la mirada en aquel horror.

— Una que una ambos mundos.

El dios rio un sonido como vidrios quebrados y extendió una garra.

— “Nacerá de tu costilla izquierda, beberá lágrimas de bruja y llevará el destino escrito en sus pupilas… Pero tú, Ereos, llorarás sangre negra cada vez que recuerdes el precio”.

No vaciló. Clavó el cuchillo en su propio costado, el dolor fue tan intenso que el cielo sangró.

Cuando despertó, tenía a una recién nacida entre los brazos: una criatura con ojos de oro y oscuridad, que balbuceaba palabras en Luminari. La llamó Eclipse, como el fenómeno que borraba soles, y le adjunto sus dos nombres como apellidos, Ereos Aether Eclipse.

— “Serás mi redención”

Mintió, mientras la primera lágrima negra resbalaba por su mejilla.

Pero en el reflejo de los espejos rotos, algo se movía.

Algo que no era su hija.

Algo que susurraba:

— En cien mil años… nacerá el que cerrará las puertas. Y tú, bruja, lo matarás.

*125 MIL AÑOS DESPUÉS*

El viento otoñal mecía las hojas del Árbol de Thar’nöth, cuyas raíces se hundían en el mismo suelo donde, milenios atrás, los dioses habían librado su primera guerra. Bajo su sombra, un joven de cabello negro como el vacío entre galaxias leía un libro ajado: El Horror de lo Inenarrable.

— Si los humanos supieran lo que se esconde tras las estrellas, se arrancarían los ojos.

Murmure, pasando una página con dedos largos y pálidos.

— Pero entonces… ¿para qué escribir sobre ello?

La voz me hizo levantar la mirada.

Ella estaba allí: alta, envuelta en un abrigo negro que parecía devorar la luz del atardecer, con un mechón de cabello dorado cayendo sobre su ojo izquierdo. En sus manos sostenía el mismo libro, pero su copia estaba impecable, con firmas doradas en la portada.

— Tienes buen gusto, aunque esa edición es… cuestionable.

Dijo, señalando mi libro con una sonrisa que no llegaba a sus ojos violetas.

– Yo tengo todas las obras de esta autora. Firmadas.

Cerré el libro lentamente.

— ¿Eres coleccionista o solo pretenciosa?

Ella rio, un sonido como cristales rompiéndose en la distancia.

— Solo una entusiasta. Por cierto…

Se inclinó hacia mi, y por un segundo, vi algo oscuro moviéndose en sus pupilas.

— Soy la nueva profesora de literatura en la Preparatoria Nocturna. Natasha Eleipsi.

Sentí un escalofrío.

— Nighthos Dark. De hecho, estudio ahí.

Natasha se enderezó, guardando su libro en un bolso que parecía hecho de sombras.

— Qué coincidencia

Musitó.

— Nos veremos en clases, entonces.

Se alejó sin hacer ruido, como si el viento la arrastrara.

Observe su silueta desaparecer entre los árboles, luego mire mi propio libro. La portada ahora tenía una mancha negra y brillante, como tinta derramada… o sangre vieja.

—Esto me da mala espina.

Susurre.

Pero el viento ya llevaba mi voz lejos, hacia el mismo abismo donde, alguna vez, una bruja había llorado por mi.

Fue entonces cuando las sombras bajo el árbol se alargaron, retorciéndose como serpientes. Me frote los ojos. ¿Efecto de la migraña?, pensé, pero algo en el aire olía a cobre y azufre.

De repente, los rostros emergieron del follaje:

Una mujer de cabello tejido de hilos de noche desordenado como nubes en tormenta, ojos vacíos y un vestido de nieve empapado en liquido carmesí.

Un hombre con alas rotas, una herida abierta en el pecho donde brillaba algo similar a un corazón de cristal.

¿Quiénes son…?, quise preguntar, pero las palabras se ahogaron en mi garganta. Los fantasmas extendieron manos esqueléticas hacia mi, sus bocas mudas formando dos palabras:

HIJO… CUIDADO

Un dolor punzante estalló en mis sienes. El mundo giró: el árbol, el cielo, las sombras… todo se fundió en un remolino de verde enfermizo y negro. Caí de rodillas, mis manos aferradas a mi cabeza mientras visiones cruzaban mi mente:

Un cuchillo de hueso hundiéndose en un costado.

Una torre rodeada de espejos rotos.

Una criatura con mil párpados riendo.

— ¡Basta!

Grite, pero solo salió un gemido.

Mi corazón acelerado martillaba contra el pecho, todo el mundo giraba sin parar, mi respiración se detenía y no podía tomar aire, el sudor empapó mi rostro y mis manos temblaron con fuerza mientras trataba de respirar con mucho esfuerzo me tocaba el corazón mientras tragaba bocanadas de aire, me tocaba la cabeza respirando con agitación enroscaba mi cabello entre mis dedos mientras apretaba con fuerza mi cabeza con mi otra mano y luego mi pecho, Ataque de ansiedad, reconocí. Con dedos temblorosos, saqué un frasco de mi bolsillo: Clonazepam. Tragué dos pastillas sin agua, el sabor amargo mezclándose con el sudor frío en mis labios.

Los efectos de la medicación tardaron diez minutos en llegar. Diez minutos en los que di jadeos contra el tronco del árbol, sintiendo que las raíces de Thar’nöth se enroscaban en mis tobillos. Cuando al fin pude respirar, el hambre me golpeó con violencia.

— Maldita ansiedad… siempre termino famélico.

Murmure, sacando un sándwich de pollo envuelto en papel aluminio.

Mordí el sándwich con avidez, pero mi estómago rugió exigiendo más.

— Maldita cabeza tonta debí traer dos… y otra Coca-Cola

suspiré, sintiéndome débil como después de donar sangre, simplemente me tiré sobre el árbol respirando profundamente.

Mientras comía, mis ojos volvieron al libro manchado. En la mancha negra, creí ver runas girando:

> ”Zyn’darel ünvar”

> (Juicio sin perdón)

Un escalofrío me recorrió. ¿Fue solo una alucinación? ¿O esa misteriosa mujer hizo esto?

Recordé los rostros ensangrentados:

— ¿Quiénes eran? Pregunte al viento.

La respuesta llegó en un susurro desde las raíces del árbol:

— Tus padres, Nighthos… los que murieron protegiéndote en manos de ella.

Esa voz era muy nítida como si viniera de otro mundo un susurro que se distorsionaba y causaba eco al llegar a el.

Me levanté bruscamente.

— ¿Quién diablos habla?

Pero solo el crujir de las hojas respondió.

Al guardar los restos del sándwich, noté algo en el suelo: un cuervo muerto, con los ojos violetas y rojos como los de las visiones. Al tocarlo, el ave se desintegró en polvo negro que formó una frase en el aire:

 LA BRUJA VIENE POR TU ALMA, HIJO DEL ÁNGEL CAÍDO

En ese momento, una sobra negra apareció entre los árboles. No caminaba: flotaba a centímetros del suelo, su cabello negro azabache y sus ojos completamente rojos fosforescentes.

— Quiero decirte algo Dark.

Su voz era un eco desde un abismo.

— Tu libro… esas historias están hechas con sangre y almas que han sido tomas desde hace miles de años.

Retrocedí atónito.

— ¿Qué broma de mal gusto es esta…?

Esa cosa sonrió, mostrando dientes afilados como agujas.

— Ella la viene por ti ella es la que cosechó esas almas entre ellas están aquellas que viste y te advirtieron sobre ella.

Solo me quedé helado intentado descifrar de que hablaba.

— ¿Ella? ¿Quién es ella?

Dije mientras miraba a esa sombra.

— Esa es tu misión descubrir quien es ella la bruja de la violencia, el egoísmo y la codicia.

Antes de que pudiera reaccionar, ella desapareció en una nube de humo que olía a rosas podridas y sangre.

Y justo en ese momento me desplomé contra el árbol, el corazón acelerado otra vez. Saqué el frasco de pastillas, pero estaba vacío.

— Esto me da mala espina…

susurre, mirando el cielo donde tres lunas empezaban a asomarse.

Entonces, el susurro de las raíces regresó:

— Corre, Nighthos. Ella solo quería asustarte hoy…

— ¿Por qué?

— Para que mañana cuando ella te pregunte sobre el libro, vea el miedo en tus ojos.

Apreté el libro contra mi pecho. La mancha negra latía como un corazón y en un instante me desmaye, al llegar las 8 PM desperté y mire a mi alrededor.

— Mierda me desmayé todo eso debe haber sido un sueño después de ese ataque de ansiedad o quizás alucinaciones por ello mismo en fin debo irme a casa o llegaré tarde al primer día de clases mañana.

Suspire tome mi mochila y me fui caminando aún débil por el ataque de ansiedad sufrido horas antes pero dispuesto a llegar a casa y prepararme para la pesadilla de todo chico de 16 años la preparatoria.