Capítulo 0 - Prologo

—¿Por qué los humanos no pueden volar? ¿Por qué no pueden respirar bajo el agua o correr tan rápido como un guepardo?

—Desde mi punto de vista, es porque la vida no quiere ser injusta. Nosotros, los humanos, ya tenemos bastante ventaja sobre otros seres vivos... ¿por qué darnos aún más?

—Pero, al igual que los humanos, creo que cualquier otro ser vivo tiene pensamientos, emociones, conflictos, metas... maldad y bondad.

—Y es por eso que estos mismos seres nos dan el permiso de sentirnos como parte de ellos. Al formar un lazo con uno, nuestros límites como humanos se disuelven, y se abren las puertas a un mundo inexplorado y nunca antes visto.

—¿Qué te parecería nadar por el océano sin temor a ahogarte? ¿O volar por los cielos sin necesidad de tecnología ni magia? Todo esto es posible gracias a esas criaturas que, a cambio de algo —que sólo sabrás al enlazarte con una de ellas—, nos permiten disfrutar de sus dones.

—Solo espero que tú seas alguien especial.

—Alguien en quien los demás puedan apoyarse.

—Alguien con quien puedan sentirse cómodos.

—Eso es todo lo que espero de ti, se que es mucho pero se que podrás con ello, hijo mío.

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Todo lo que dijo ese hombre —que se supone que es mi padre— era algo que nunca creí escuchar, a menos que estuviera en un sueño o en un videojuego.

Pero no podía descartar la posibilidad... después de todo, apenas había nacido.

¿Por qué darle esa clase y cantidad de información a un bebé recién llegado al mundo?

Aunque, pensándolo bien, no debería sorprenderme tanto... pude entenderlo todo. Pude darme una idea del tipo de mundo en el que he... ¿renacido?

No sé si debería llamarlo así, pero por ahora, eso está bien.

De cualquier forma, ese hombre, Albert, debe tener un tornillo suelto —o algo por el estilo— para hablar de todo esto con su hijo recién nacido. O quizá simplemente es alguien optimista, directo... o cabezota.