Parte 2 — Entre árboles y sentimientos
El bosque crujía bajo los pasos pesados de Darin, con Kael siguiendo detrás, hacha al hombro, cubierto con una capa gris raída. El sol apenas se filtraba entre las hojas, y el aire olía a resina y humedad.
—¿Sabes cuál es el mejor árbol para cortar? —preguntó Darin, sin voltear.
Kael lo pensó.
—¿El más alto?
Darin gruñó, divertido.
—Ese es el que todos eligen… y por eso muchos leñadores se rompen la espalda antes de los cuarenta. Mira —señaló un árbol más delgado, de tronco firme pero no enorme—. Recto, sin nudos, sin ramas bajas. Cae limpio y sirve para hacer herramientas. No todo se trata de fuerza, Kael.
Kael asintió. Levantó su hacha y la descargó contra la corteza. El golpe fue fuerte… tal vez demasiado. El tronco vibró, y parte de la corteza se quebró más de lo esperado.
—Otra vez exageras —bufó Darin, acercándose—. Tienes fuerza, eso no te lo niego. Pero si no la controlas, solo harás daño o desperdiciarás energía. Escucha al árbol. Siente cómo resiste. Aprende a respetar lo que cortas.
Kael bajó la mirada, un poco avergonzado.
—Lo siento… solo quiero hacerlo bien.
Darin puso una mano firme en su hombro.
—Lo haces bien, Kael. Pero no se trata de impresionar a nadie. El bosque no necesita que lo domines, necesita que lo entiendas.
Durante un rato, trabajaron en silencio. Solo el eco de los hachazos, los suspiros del viento y el canto lejano de los pájaros. Kael sudaba, pero no se quejaba. Sus manos, endurecidas con los por dedicación.
Cuando el último árbol cayó, Darin le ofreció una cantimplora. Bebieron turnándose, sentados sobre un tronco recién cortado.
—¿Puedo preguntarte algo? —dijo Kael, mirando el hacha en sus manos.
—Puedes —respondió Darin, limpiándose el sudor.
—¿Por qué me enseñaste todo esto? Podrías haberme hecho trabajar sin más, como a un mozo cualquiera.
Darin lo miró un momento. Luego soltó un suspiro.
—Porque tú no eres cualquiera. Porque aunque no tengas mi sangre, creciste bajo mi techo. Y porque... si algún día te vas de aquí, quiero que lleves algo más que recuerdos. Quiero que sepas lo que significa trabajar con tus manos, cuidar algo, respetarlo. Aunque no sepas de maná, ni maldiciones, ni realeza... eso también es poder, Kael.
Kael bajó la mirada, pensativo. Luego asintió.
—Gracias.
—No me des las gracias aún. Todavía queda cargar los troncos hasta el pueblo —dijo Darin, poniéndose de pie.
Kael bufó.
—¿No podrías decir eso antes de que me emocione?
Ambos rieron, y el bosque guardó ese sonido como un secreto.