Capitulo 5 — un tiempo despues

Capitulo 5 — un tiempo despues Cuatro años habían pasado desde aquellos días de juegos frente al fuego. El tiempo, aunque no perdona, había fortalecido los lazos en la familia Averlon.

Brisa, ahora con dieciséis años, caminaba con pasos firmes y el cabello recogido en una trenza. Había despertado su núcleo mágico un par de años atrás, y desde entonces soñaba con entrar a una academia de magia. Pero las puertas de esos grandes lugares estaban reservadas a nobles o linajes antiguos de maná.

Mientras tanto, Kael, de quince, ya era un adolescente de fuerza descomunal. Esa mañana, en el bosque, partía árboles de un solo hachazo. La madera crujía bajo el filo como si cediera ante algo más que fuerza… como si reconociera a su portador.

Cargaba los troncos con una facilidad que no sorprendía a nadie, excepto a los forasteros que pasaban por el pueblo.

—¡Buuu! —gritó Brisa, escondida tras un arbusto. Una pequeña ráfaga de viento golpeó el tronco que Kael cargaba, haciéndolo tambalear.

—¡Hey! —exclamó él, girando el rostro.

Brisa se reía a carcajadas.

—Ya es hora de que me invites a algún lugar, ¿no, Kael?

—Estoy ocupado, ¿que no ves? Pesada —respondió él, sin perder la compostura.

Brisa frunció el ceño, cruzándose de brazos.

—¡Pues te ignoraré todo el día!

Kael se encogió de hombros y le respondió entre risas:

—Bueno, si eso es lo que quieres… jajaja.

Brisa lo fulminó con la mirada. Pero antes de girarse para irse, Kael detuvo su marcha:

—A las ocho es el festival del maíz —dijo, sin mirarla directamente—. Podríamos salir. Bailar, cantar… y comer. ¿Te parece?

Brisa se detuvo en seco. Su rostro, aunque trataba de mantenerse serio, se iluminó con un leve sonrojo.

—Está bien… —dijo, bajando un poco la voz.

La emoción no tardó en estallar.

—¡Mamáaaaaa! —gritó al llegar a casa.

—¿Qué quieres, hija? —respondió Mira desde la cocina, con las manos enharinadas.

—¡Kael al fin me invitó al festival del maíz esta noche!

Mira la miró en silencio por un momento, limpiándose las manos en el delantal. Su rostro era una mezcla de ternura y duda.

—Bueno… pásala bien, pero sin locuras, ¿eh?

Sacó de un baúl un vestido guardado con especial cariño. Verde esmeralda, de tela sencilla pero elegante, que resaltaba su sonrisa y su cabello pelirrojo. Brisa giró sobre sí misma frente al espejo, los ojos brillando de emoción.

—Estás hermosa, hija —le dijo Mira, acomodándole un mechón suelto.

La noche cayó sobre el pueblo, iluminado por farolillos colgados entre los árboles y música alegre que flotaba en el aire. Los campos se habían transformado en senderos de fiesta y color.

Kael bajó las escaleras con un atuendo negro limpio, sobrio pero elegante, y sobre sus hombros, un abrigo hecho con el pelaje de un lobo que él mismo había cazado el invierno anterior.

—Llegó la hora, Darin —dijo, mientras se ajustaba el cinturón.

—¿Hora de qué? —preguntó su padre, alzando una ceja.

—Brisa… quiere salir conmigo esta noche. No sé por qué.

Darin soltó una carcajada profunda y sincera.

—Kael, ¡eres muy joven aún para preocuparte por esas cosas! Pero… —añadió, bajando la voz con tono cómplice— no llegues tarde.

Brisa lo esperaba fuera. Cuando Kael la vio, sus palabras se atragantaron. Por un segundo, no fue su amiga de toda la vida, ni su hermana adoptiva. Fue… simplemente Brisa, distinta, deslumbrante.

Ella también lo miró, con los ojos negros brillando bajo la luz de los faroles.

—¿Nos vamos? —preguntó ella, bajando la mirada con una pequeña sonrisa.

—Sí… —respondió él, y por primera vez en mucho tiempo, su voz tembló.

Y así, bajo la música del festival, entre danzas, luces y aromas dulces, comenzó la noche de Brisa.

Una noche que ninguno de los dos olvidaría.