Las construcciones en los alrededores habían sido reconstruidas y se veían muy nuevas.
Pronto, Adam y Anthea llegaron a la casa de la niña.
La madre de la niña estaba regando flores en el jardín. Era una mujer de más de 30 años y muy alta.
Al verlos entrar por la puerta con su hija en brazos, se acercó a ellos presa del pánico y les preguntó qué había pasado.
Anthea le explicó brevemente la situación y le dijo que era doctora. Luego, preguntó la dirección del dormitorio e hizo que Adam enviara al bebé primero.
En la cama, le quitó la ropa a la niña.
La condición era tal como ella había esperado.
Había herpes rojos en el pecho y la espalda con división centrípeta.
La madre de la niña preguntó ansiosamente: "Doctor Lee, ¿está bien mi hija?".
Aunque Anthea no vestía un vestido blanco en ese momento, su apariencia cuando estaba tratando la enfermedad era totalmente convincente.
Anthea sonrió y dijo: "No te preocupes. ¡Tu hija solo tiene varicela!".