Había una habitación repleta de peculiares artículos de mayor o menor volumen que incluían pistolas, tanques, trampas de cazar y condecoraciones militares de diferentes tipos y tamaños. Al entrar a la habitación acondicionada para guardar todos esos artilugios, el pequeño abrió los ojos impresionado.
Le encantaba su padrino porque era complaciente y muy cariñoso con él.
Margaret fue detrás disimuladamente. Luego al ver la medalla y la silla que no podían bajar del alto gabinete negro, se preguntó por cuántas cosas habría pasado aquel hombre, a quien no veía desde hacía varios años.
El cuerpo del niño era tan pequeño que cabía en cualquier lugar que quisiera inspeccionar. Por eso, la chica temía que se lastimara y lo siguió adónde quiera que se metía. No obstante, no se percató de que si uno de ellos dos se descuidaba un instante, ella podría tropezarse y perder el equilibrio, y terminar apoyándose en él para no caerse.