El solemne edificio de oficinas del Ministerio de Relaciones Exteriores era particularmente corto; al mismo tiempo que, mostraba la majestuosidad de un país.
El lujoso coche de Augustine pasaba en esos instantes junto a la fuente; no sin antes presentar en la caseta de vigilancia, el permiso correspondiente. Así pues, con la autorización concedida éste se dirigió lentamente hacia la entrada del vestíbulo.
Margaret ya estaba allí, de pie, con ropa profesional. Lucía una camisa blanca y rigurosa, y un par de pantalones negros ajustados. Un estilo que podría definirse fácilmente a la de una funcionara judicial estándar.
Cuando visualizó llegar el auto de su hermano mayor, Margaret inmediatamente sonrió. A continuación, abrió la puerta y se sentó.
Tan pronto como ingresó, Augustine le miró con aprobación. Enunció: "Bien. Realmente estás creciendo".
Margaret Mo rió con aire de suficiencia, y replicó: "Por supuesto. Ya soy capaz de ganar dinero para mantenerme".