En la base, la luna, brillante y grande como un disco, colgaba en el cielo, derramando su luz plateada sobre todos los rincones del mundo.
Después de que Margaret se bañó, esperó en secreto a que aquel frío caballero fuera a buscarla. Era algo tímida, así que no se atrevía a tomar la iniciativa de llamar a la puerta de este.
Él le había prometido que la trataría bien durante esos días. ¡Ojalá que así fuera! ¡No veía la hora de descubrir cómo iba a cumplir su palabra! Alrededor de las ocho, alguien llamó a la puerta de ella. Sonrió con dulzura y fue a abrirla. Estaba de pie en el umbral, bajo el cielo nocturno, y llevaba un traje casual verde oscuro.
"Es muy tarde. ¿Qué sucede?"
"Me preguntaba si te agradaría que diéramos un paseo", le preguntó aquel frío caballero.