El Viejo Presidente Giltstone les miró; sin embargo, sus ojos no eran suaves. "Ya dije lo que tenía que decir; así que, no desperdicien más palabras. ¡Salgan!".
Y además de Augustine, todos en la sala tenían una expresión abatida y renuente en sus rostros. Incluso Vincent, que siempre habría sido paciente y tranquilo, no pudo ocultar su decepción y resentimiento. Pensó que al menos podría conseguir el perdón de su padre y una parte de sus acciones antes de su muerte; pero, inesperadamente, continuaba sin tener nada.
¿Cómo lograría aceptarlo?
Una vez que se retiraron, el Presidente Giltstone se encontró exhausto. Cerró pues los ojos y descansó un rato. Pasado unos minutos, le dijo a su nieto: "Augustine, será difícil para ti".
"Margaret y Vivianna están afuera. Si estás cansado, puedo pedirles que regresen más tarde", susurró Augustine.
"¡Llama a esas dos chicas! Aún no estoy cansado del todo. Que hablen conmigo", manifestó el anciano; con sus ojos iluminándose levemente.