Temprano en la mañana, el hospital hizo los preparativos para el traslado de Fletcher en el avión privado de Augustine hacia el país M.
Antes de que subiera al avión, hizo una llamada telefónica a la familia de su cuñado. Tras escuchar la terrible noticia, los Hayes quedaron sorprendidos. Los padres de Fletcher se apresuraron también en salir hacia el país M para encontrarse con su hijo.
Además, Augustine llamó a su socio. Le pidió que informara de ese asunto a su empresa, pues, por el momento, lo más importante era que Fletcher recibiera tratamiento.
En el avión, Fletcher descansaba sobre una camilla de hospital en una cabina lujosa, muy quieto. Margaret estaba sentada a su lado, con sus ojos todavía enrojecidos. No había podido aceptar esa terrible realidad y, por ahora, todo lo que podía hacer era esperar a que sucediera un milagro.