Aproximadamente a las 6:30 en la tarde, un auto negro se detuvo frente al patio. Antes de que los guardaespaldas se movieran, la puerta del auto fue abierta por la persona dentro. Una figura vestida de traje bajó con paso firme. Se trataba de Farid. Ahora que era el presidente, despedía una majestuosidad indescriptible.
En ese momento, sin embargo, su rostro reflejaba una amable sonrisa, opuesta a su imponente aura. Se acercó a su madre y miró hacia su cuñado y hermana que esperaban en el pasillo. Al ver a Vivianna, se relajó. Caminó hacia ella y acarició su cabeza. "Por fin volviste".
Los ojos de la joven se cubrieron con una capa húmeda en cuanto vio lo amable y cariñoso que era su hermano con ella. Se sintió conmovida y le respondió: "Hola, hermano".
Farid se dio la vuelta y miró a su cuñado con gratitud en los ojos. Existía hermandad entre ellos, una que no necesitaba palabras.
En la sala...