Además, ese hombre había ordenado siete u ocho diferentes tipos de bocadillos de una sola vez, lo cual hacía la mesa irresistible.
"Come, come lo que gustes. Si crees que afectaré tu apetito, finge que no existo o que soy invisible", la invitó él, consciente de que su presencia la molestaba.
La joven acababa de dar un mordisco cuando estuvo a punto de reírse por sus palabras. Sus grandes ojos contuvieron la gracia. Se molestó de que ese hombre consiguiera hacerle reír.
Al ver que finalmente estaba sonriendo, Henry sintió que la niebla de su corazón se fue disipando hasta dejarlo soleado. En otras palabras, siempre que pudiera pasar más tiempo con ella, aún tendría oportunidad de cambiar la percepción que tenía de él.
"Si quieres reír, solo hazlo. Será incómodo para ti si te contienes", continuó molestándola.
Ella lo miró con rapidez. "Si vuelves a hablar, me iré de inmediato".
Sus labios esbozaron una sonrisa seductora en el rostro. "Bien, me callaré. No irrumpiré tu comida".