Eran alrededor de las dos de la mañana y en el pabellón reinaba el silencio. Luciana había estado vigilando a Henry por espacio de más de dos horas. La enfermera se acercó y sacó la aguja. Luciana todavía estaba despierta. La enfermera no pudo reprimir una sonrisa de envidia. "Señorita, su novio es extremadamente atractivo. ¡Seguro que es un mestizo!"
Al instante, el rostro de Luciana se ruborizó ligeramente. Ella se debatía entre asentir ante aquella afirmación o negar con la cabeza. Aunque aquel hombre no era su novio, era cierto que se trataba de un mestizo.