"Entonces yo te recompensaré", dijo Fletcher, al tiempo que la estrechaba entre sus brazos y le lanzaba una mirada que traslucía una cierta calidez. La emoción embargaba a Margaret. Aquel hombre solía vestir un uniforme militar, el cual era sobrio y encantador.
Pero ahora, frente a ella, aquella frialdad había desaparecido y él se mostraba adorable y encantador frente a ella.
"¿Ahora?", repuso Margaret, cohibida. Ella no se rehusaría a recompensarlo de aquella manera, ya que cada vez tenían menos oportunidades de estar juntos. Él constantemente estaba trabajando por el bien de su país y ella apoyaba su labor, pero ahora ella aprovecharía la oportunidad de llevar una vida normal junto a él.
"¿Donde esta nuestra BEBÉ?", preguntó Fletcher con una mueca.
"Mis padres lo llevaron a casa de mis abuelos. ¡Hace poco se marcharon!", explicó ella.
La mirada fría de él hizo que ella se sintiera todavía más feliz. Él la abrazó con más fuerza y exclamó: "¡Bien, date prisa!"