"No abras la ventana. ¿Quieres morir?", cuestionó Ángeles; acercándose para detenerle.
No obstante, Farid solo quería probar su reacción y atraer su atención. Después de todo, el gato en sus brazos parecía más favorecido que él; siempre estando junto a la fémina.
Repentinamente, las manos delgadas del caballero se entrelazaron con las suyas y le arrastraron hacia el centro del pasillo. El apartamento, en retrospectiva, era individual; de tamaño pequeño. Así que, la sola presencia de aquel dificultaba aún más el giro.
"Es tarde. Deberías irte ahora", sugirió la chica; realmente preocupada por la seguridad de su visitante.
"¿Es que no puedo caminar libremente en mi propio país?", interpeló; frunciendo el ceño. Por supuesto, sabía lo llamativa que era su identidad, pero no quería ser alguien que tuviese miedo a la muerte.
Por lo que, Ángeles le contempló sin palabras. Cruzándose de brazos, añadió: "Entonces, ¿vas a pasar la noche aquí?".