El Comienzo de una Gran Historia

El año 2742 no era lo que se imaginaba en los viejos hololibros. No había coches voladores para todos, ni comida sintética que supiera a gloria. En Neo-Veridia, una ciudad que se alzaba sobre las ruinas de lo que alguna vez fue San Salvador, el maná era la moneda de cambio y el arma más potente. No el maná espiritual que predicaban los antiguos, sino una energía pura y etérea, el residuo cristalizado de una catástrofe dimensional conocida como la Gran Fractura, que había inundado el planeta con flujos inestables de magia.

Kael, un joven forajido con una cicatriz que le cruzaba el ojo izquierdo como un rayo, no creía en profecías ni en elegidos. Su única lealtad era hacia su hermana pequeña, Elara, cuya rara condición de "Vacío" —incapaz de generar maná— la hacía vulnerable en un mundo donde hasta el aire parecía vibrar con energía arcana. Kael era un Tejedor de Sombras, un usuario de maná de bajo nivel que podía manipular las fluctuaciones oscuras del entorno para crear ilusiones y pequeñas explosiones cinéticas. No era suficiente. Nunca era suficiente para proteger a Elara.

Una noche, mientras Kael buscaba fragmentos de maná en los distritos bajos, una explosión rasgó el cielo de neón. Desde la imponente torre de cristal de la Corporación Aethel, se materializó un constructo de energía pura, un ser brillante y etéreo que flotaba con una gracia letal. Era un Guardian de Luz, una de las creaciones más letales de Aethel, diseñada para patrullar y suprimir cualquier uso no autorizado de maná. Pero este Guardian no patrullaba, sino que atacaba indiscriminadamente, desintegrando todo a su paso.

Kael sintió un escalofrío que no tenía que ver con el viento helado. El ataque del Guardian no era aleatorio; estaba absorbiendo maná de la ciudad, desestabilizando los nexos de energía que sostenían la infraestructura de Neo-Veridia. Las luces parpadearon, los escudos energéticos de los edificios fallaron. El terror se extendió como un virus.

"¡Corran!", gritó Kael a la multitud aterrorizada, mientras un destello cegador anunciaba la próxima descarga del Guardian. Lanzó un Manto de Sombra, una ilusión densa que ocultó a algunos civiles, ganando segundos preciosos. Él sabía que tenía que llegar a Elara.

Mientras corría por los callejones atestados, chocó con una figura encapuchada. Era una mujer, ágil y silenciosa, cuyo atuendo oscuro contrastaba con un guantelete metálico que brillaba con una tenue luz azul. Antes de que Kael pudiera reaccionar, ella lanzó un Pulso de Dispersión de maná que desestabilizó el rastro del Guardian por un momento.

"¿Eres de Aethel?", preguntó Kael, desconfiado, mientras el Guardian volaba de nuevo hacia ellos.

"Soy Sif", respondió ella con voz grave. "Y no, no soy de Aethel. Busco lo mismo que tú, pero por diferentes razones. Ese Guardian está poseído por algo... algo que no es de este mundo."

Sif reveló que era una Domadora de Éter, una de las pocas personas capaces de manipular las corrientes de maná más allá de las capacidades humanas, tejiendo la energía en formas complejas y poderosas. Contaba con un Disruptor de Maná en su guantelete, capaz de sobrecargar y desestabilizar flujos energéticos.

Juntos, Kael y Sif formaron una improbable alianza. Mientras el Guardian de Luz arrasaba la ciudad, dejando a su paso un rastro de destrucción y edificios convertidos en escombros cristalizados, ambos se abrieron paso hacia la Torre Aethel. La corporación, que se presentaba como la salvadora de la humanidad controlando el maná, era en realidad el origen del problema.

Al entrar en la torre, los recibió un ejército de Autómatas de Maná, máquinas de combate alimentadas por energía arcana. Kael usó sus Ráfagas Oscuras para desorientar a los autómatas, permitiendo a Sif lanzar poderosos Ondas de Fusión que los derretían en charcos de metal incandescente. La acción era frenética, los destellos de maná iluminaban los pasillos de titanio pulido.

Finalmente, llegaron a la cima de la torre, al laboratorio de investigación de Aethel. Allí, un anciano de cabello cano y ojos gélidos, el Doctor Arion, el director de la corporación, manipulaba un extraño artefacto que pulsaba con una energía verde y nauseabunda. El Guardian de Luz no era un constructo enloquecido; estaba siendo controlado por Arion.

"Bienvenidos", dijo Arion con una sonrisa torcida. "Están a punto de presenciar la próxima evolución de la humanidad. Estoy canalizando la energía del Vacío Primordial, la fuente de toda ausencia de maná, para crear una nueva forma de vida... controlable."

El corazón de Kael se encogió. El Vacío Primordial era una leyenda, la contraparte destructiva del maná. Y su hermana Elara... era un "Vacío".

"¡Estás usando la energía de aquellos como mi hermana para tus experimentos!", gritó Kael, lanzándose hacia Arion con una desesperación salvaje.

Arion solo se rió. Con un gesto, liberó más energía del artefacto, y el Guardian de Luz se hizo aún más grande, sus ataques más potentes. Kael y Sif lucharon con todo lo que tenían. Kael invocó un Velo de Ilusiones masivo para confundir al Guardian, mientras Sif cargaba su Disruptor de Maná al máximo.

En un momento crítico, Sif se dio cuenta de algo. El artefacto de Arion no solo controlaba al Guardian; también canalizaba el Vacío Primordial, debilitando a los usuarios de maná. Era una trampa.

"¡Kael, el artefacto! ¡Está drenando tu energía!", gritó Sif, mientras él sentía que sus poderes se disipaban.

Kael lo entendió. Necesitaba un golpe que no se basara solo en el maná. Con una fuerza de voluntad que nunca supo que poseía, concentró la poca energía que le quedaba en un único punto, no para atacar, sino para interferir con la conexión de Arion. Creó una Sobrecarga de Sombra directamente en el nexo de control del Guardian, una explosión de energía caótica que no buscaba destruir, sino desestabilizar.

Al mismo tiempo, Sif, con una fuerza hercúlea, lanzó el ataque más potente de su Disruptor, dirigiéndolo no al Guardian, sino directamente al artefacto de Arion. El golpe de Sif, combinado con la sobrecarga de Kael, fue suficiente.

El artefacto explotó en una ráfaga de energía verdosa, y el Guardian de Luz se disolvió en un torbellino de partículas brillantes. Arion, envuelto en la explosión, fue absorbido por una singularidad de maná inestable, desapareciendo sin dejar rastro.

Con la amenaza neutralizada, la ciudad de Neo-Veridia comenzó a estabilizarse. Las luces regresaron, y el flujo de maná se normalizó. Kael y Sif, agotados pero victoriosos, se miraron. La Gran Fractura había revelado secretos y peligros, pero también había forjado nuevas alianzas.

"Gracias, Sif", dijo Kael, un tenue brillo de esperanza en sus ojos. "Me salvaste."

"Nos salvamos mutuamente", respondió ella. "Pero esta no es el fin. El maná es un campo inestable, y la ambición humana es infinita. Hay más amenazas, y más secretos por descubrir."

Mientras el sol artificial de Neo-Veridia comenzaba a iluminar la ciudad, Kael pensó en Elara. Ahora, con el mundo un poco más seguro, y con una nueva aliada a su lado, la esperanza de protegerla parecía menos un sueño imposible y más una realidad tangible. La era del maná había traído caos, pero también había dado a luz a héroes inesperados en un futuro que aún estaba por escribirse.