Prólogo

En la ciudad de Izamal, el lugar donde me crié y que vio de primera mano todo mi lío en el amor, hay una plaza escondida que, aunque para muchos no deja de ser una simple plaza, para mí... para mí es otra cosa. Esa plaza fue testigo de algo que cambió mi vida para siempre. Es el lugar donde todo empezó.

Un lugar que guarda todos mis atesorados recuerdos con Aiden Solís.

Cuando era pequeña solía pensar que el amor era fácil, que solo encontrabas a una persona especial y te arriesgabas a tener todo o nada con él o ella; que solo bastaba lanzarte de lleno y que, como por arte de magia, todo saldría bien. Pensaba que, sin importar qué, la relación simplemente iba a fluir. Creía que todo sería perfecto y que viviría una gran historia de amor.

Supongo que crecí con una idea romántica del amor. Al tener a mis dos padres, que están juntos desde muy jóvenes, idealicé la idea de que a mis 16 o 18 años encontraría a alguien perfecto para pasar el resto de mi vida con él. Ellos lo vivieron, ¿por qué yo no?

Dios... estaba tan equivocada.

A veces dicen que el primer amor te rompe. Otras veces, que te salva. En mi caso, Aiden hizo las dos cosas.

Él me salvó cuando más lo necesitaba. Pero al irse... dejó un hueco que no logro llenar con nada. Y por más que lo he intentado, no puedo odiarlo. Quisiera hacerlo, de verdad. Sería más fácil. Pero el peso de lo que vivimos, de cada mirada, de cada promesa, de cada "te quiero", es más fuerte que cualquier enojo. El peso de los recuerdos que tengo con él es más grande y más fuerte que cualquier otra cosa.

"Tu primer amor siempre tendrá un lugar especial en tu corazón, pero siempre podrás superarlo y llegará un amor mejor". Eso me lo dijeron tantas veces que me cansé de escucharlo. Me lo sé completamente de memoria...

Y sé que es un arma de doble filo, ya que sé de primera mano que no es tan simple. Porque cuando alguien te marca así... no lo olvidas con facilidad. Créeme, lo he intentado.

Y sí, tuvimos muchos problemas. Tal vez demasiados para seguir. Pero también compartimos demasiados recuerdos para fingir que solo podemos ser amigos.

¿Cómo les explico que mi mente entiende por qué terminamos, pero mi corazón sigue esperando? ¿Cómo les explico que no llega el olvido a mi corazón? Como ya dije, mi cabeza sabe que terminar con él fue lo mejor para los dos, pero mi corazón aún espera con ansias ese esperado reencuentro en el que pueda decir: lo logramos; a pesar de todos los problemas, te sigo amando y me sigues amando. Es momento de darnos una segunda oportunidad.

Muchas veces nos quedamos con todas las palabras no expresadas por el corazón, y eso, con el tiempo, pesa. Esa sensación de que una sola palabra, una sola decisión distinta, pudo haberlo cambiado todo. Saber que di tanto... y aun así sentir que pude haber hecho más. Que si hubiera hecho una sola cosa diferente en el pasado, pudo haberse salvado todo nuestro futuro.

El saber que ya has rogado lo suficiente, pero sentir que aún puedes hacer más...

Porque, Dios, yo sé que estamos destinados a no ser.

Que serás el amor de mi vida que nunca podré olvidar. Que compartiremos con el tiempo la unión de dos almas que, aunque físicamente ya no están juntas, la conexión que alguna vez sintieron sigue siendo más fuerte. Que presumen de burlar al destino, burlar lo eterno.

Solo sé que lo quiero más que a mi propia vida. Es a ti.

Pocos lograrán entenderlo. Pero quienes han sentido algo así saben que nunca se vuelve a amar igual. Que hay personas que nos hacen sentir tan jodidamente vivos... que ni el tiempo, ni la distancia, ni la razón pueden borrarlas del todo.