Le di una palmada a la mano de Ashton antes de que pudiera alcanzar su teléfono.
—Vale, no. Deja que la policía se encargue. Ya te has puesto en modo Padrino una vez esta noche.
No estaba diciendo que no quisiera que Rhys sufriera.
Sí quería.
Simplemente no estaba dispuesta a arriesgarme a que Ashton acabara con cargos por ello.
Cuando se lo llevaron, Rhys ya parecía medio muerto—sangre por toda la boca, la camisa empapada como algo sacado de un mal documental criminal.
—Rhys no merece que vayas a prisión por él —le dije a Ashton, por si acaso volvía a malinterpretarme.
Exhaló profundamente.
—Está bien. Dejaré que la policía se encargue. ¿Cómo está tu muñeca?
Giré la muñeca e hice una mueca de dolor. Maldito Rhys y su fuerza de gimnasio.
No dije nada, pero Ashton vio el sudor que perlaba mi sien.
—Bien. Hospital. Ahora.
Refunfuñé:
—No es tan grave. Sobreviviré. Es tarde. Demasiado problema ir al hospital.
—Yo conduzco —su voz no dejaba espacio para debate.