—No es asunto tuyo —dije, ya dándome la vuelta ahora que el espectáculo había terminado.
Rhys ladró:
—¡Detente! No he terminado de hablar contigo.
—Pero yo sí.
—¿No tienes algo que decir?
—¿Como qué?
Rhys escrutaba mi rostro como si buscara una grieta en la pared.
—Catherine está embarazada.
Señalé mi oído.
—Lo sé. Lo escuché. No estoy sorda.
—Vamos a casarnos.
Catherine, que había estado ocupada mirándome con desprecio, giró bruscamente la cabeza hacia él.
Su mandíbula cayó. Sus ojos se abrieron de par en par, de repente tan brillantes que opacaban las luces del techo.
—Me alegro por ustedes —dije—. Supongo que eso significa campanas de boda. Háganme un favor y déjenme fuera de la lista de invitados.
—¡Rhys! Yo... —Catherine sonrió radiante. Se veía resplandeciente. Tal vez era el embarazo, tal vez era su amor... ¿quién podría decirlo?
—Shh —Rhys desenredó el brazo de ella del suyo y se acercó a mí—. ¿No quieres venir a nuestra boda?