CAPÍTULO 17

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Y definitivamente, para James, esto no era una pérdida —era solo una puerta que se cerraba y otra que se abría de par en par. Una puerta mejor. Una más limpia. Una sin las tonterías de Cora y la hipocresía de los Victores.

Incluso empezaba a reírse de sí mismo interiormente. ¿Asustado de Cora? ¿En serio? Eso era imposible. Ella había sido quien se aprovechó de su fama durante años. Alimentándose de su brillo como una polilla pegada a la luz. La misma mujer que solía suplicarle que no se fuera, que lloraba desconsoladamente cada vez que él amenazaba con marcharse. La misma mujer que una vez le dijo que no sabía quién sería sin él.

Entonces, ¿cómo podría él, James Lewis, tener miedo de alguien así?

De nuevo se burló en voz baja y se volvió para mirarla, una peligrosa sonrisa dibujándose lentamente en sus labios.