CAPÍTULO 26

En ese momento, la atmósfera en la habitación se espesó con una tensión silenciosa. Los murmullos comenzaron a ondular por el grupo: susurros agudos, suaves quejas y suspiros impacientes. Sus rostros ya no estaban solo llenos de confusión o frustración; ahora había un resentimiento creciente, y estaba dirigido en una dirección.

James.

Uno de los hombres sentados en el extremo de la mesa se inclinó hacia adelante y susurró duramente a la persona a su lado:

—Obviamente está ocultando algo. Se nota. Mira cómo sigue evadiendo.

Otra voz siguió rápidamente, más fuerte esta vez.

—Estamos perdiendo el tiempo. Cuanto más nos sentemos aquí escuchando sus excusas, más peligro enfrentan nuestros negocios.

Más cabezas asintieron en acuerdo, algunos apretando los dientes, otros sacudiendo la cabeza con incredulidad. El consenso crecía rápidamente, y la presión aumentaba.